La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

sábado, 5 de mayo de 2018

Ciudad tomada


Albacete está en obras. Un ejército de máquinas y operarios ha tomado las calles. Las zanjas y los montones de escombro deforman el semblante de la ciudad como cicatrices en la cara de un boxeador. Dicen que los jubilados se entretienen mirando zanjas (una simple leyenda urbana; en realidad pasan el día trasegando con sus nietos de la mano), pero para los demás esta ciudad se ha convertido en un territorio hostil, peligroso. Un Sarajevo sin francotiradores. Sin duda merecemos mejores aceras, pavimentos sin socavones, canalizaciones de agua más modernas y eficaces. El problema es que, para este asunto de las obras públicas, nuestro ayuntamiento actúa como uno de esos malos estudiantes que se dejan todo el trabajo para el día de antes del examen. Una buena mañana salimos a la calle y ante nuestra casa encontramos una excavadora asestando dentelladas jurásicas al asfalto. Seguimos adelante y descubrimos que nuestro trayecto diario se ha convertido en un laberinto donde el peligro acecha tras cada recodo del camino. Y pensamos que lo más sensato sería evacuar la ciudad y regresar dentro de unos meses, cuando las excavadoras y los camiones se hayan dado por satisfechos y regresado a sus cubiles. Aunque todo tiene sus ventajas. Un amigo que ni siquiera está jubilado me cuenta que la calle Albarderos se ha convertido en una especie de museo a cielo abierto. Las zanjas han revelado almacenes subterráneos llenos de tinajas, aperos y otros vestigios de nuestro pasado agropecuario. No se trata de templos ni villas romanas, pero algo es algo. Siempre he pensado que Albacete es una anomalía surgida entre campos de labranza. Puede que en esa ciudad subterránea que las máquinas han dejado al descubierto se oculten las esencias de esta ciudad. 

Publicado en La Tribuna de Albacete el 2/3/2018

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