La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

sábado, 23 de enero de 2016

Pasen y vean


Algo extraño está pasando en este país. Lo constato en mi estado de ánimo. A este que suscribe, desde hace tiempo, la política ni fu ni fa. Me bastaba con ver aparecer a Rajoy, a Cospedal o a cualquier otro de la pandilla para que me entrara un muermo terrible. Un muermo de lunes por la mañana. De Blue Monday, si me apuran. Ahora, en cambio, sigo los aconteceres de la política con el mismo interés que antes reservaba para los thrillers y las novelas de Stephen King. Lo de la elección del President de Cataluña, sin ir más lejos, fue digno de una miniserie de la HBO. Y ahora asistimos a este espectáculo postapocalíptico que han dejado tras de sí las elecciones generales, con sus intercambios de rehenes para formar grupo parlamentario, sus alianzas y más que previsibles traiciones, sus episodios de seducción y de violencia, sus momentos eróticos y sus ratos de alivio cómico. Sus tejemanejes, en fin, en plan Juego de Tronos, serie a la que tan aficionado es alguno de los protagonistas de esta apasionante superproducción en que se nos ha convertido la actualidad política y parlamentaria. Hay quien se queja de que esto es un sindiós y de que por el camino no se va a poder gobernar nunca este país. Yo creo que hay que ponerse cómodo y disfrutar del espectáculo. Incluso si tenemos que sufrir ese Día de la Marmota que sería una repetición de las elecciones en mayo. Disfruten, por favor, porque lo que llevamos visto y lo que nos queda por ver va a ser algo inédito. La política española ha abandonado el territorio del costumbrismo garbancero y se ha convertido en un género de fantasía y ciencia-ficción. ¡Lo nunca visto, damas y caballeros! ¡Pasen y vean!

Publicado en La Tribuna de Albacete el 22/1/2016

domingo, 17 de enero de 2016

El cartel


Uno de los clásicos del humor que suele ofrecernos nuestro ayuntamiento es la elección del cartel de la feria, ya sea porque es un plagio, porque es un engendro, o por una combinación de ambas cosas. Este año ha tocado el plagio, o semiplagio, o «cortaypega» creativo, como seguramente lo concebirá el autor, un ciudarreleño que ha querido hacer fortuna a este lado de la frontera provincial y le ha salido el tiro por la culata (nunca debiste intentarlo, forastero). El cartel de marras era ya de por sí una birria. Pero bastó con darlo a conocer a través de los medios para que se alzaran las voces indignadas de los que están al quite de estas cosas. Resulta que la noria era esa tan famosa de Londres, la fotografía de la Puerta de Hierro había sido utilizada sin permiso de su autor y las figurillas humanas habían salido de alguna página de internet. Tal fue el revuelo que el autor decidió que su honra valía más que el premio y se apresuró a retirarlo. El resultado es que el alcalde y el concejal del área, ambos con la sonrisa congelada por el bochorno, se han visto obligados a presentar otro cartel que al parecer ya no está plagiado, pero que puede competir en sosería con el de la discordia y aun superarlo con creces. Y ahora hay quien se pregunta por qué el ayuntamiento se arriesga año tras año a que le den gato por liebre, con el consiguiente esperpento, en lugar de encargarle el cartel a un estudio de prestigio y a otra cosa. Yo pienso que es preferible dejarlo estar, y que bien empleados están los 2.000 euros del premio a cambio de unas risas y una sana conversación a la hora del café. ¡Y es que son tan pocas las alegrías que nos da el ayuntamiento!

Publicado en La Tribuna de Albacete el 15/1/2016

Juguetes


Escribo estas líneas en la mañana del día de Reyes. En la casa no hay niños. Reina un silencio que por lo general agradezco, pero que hoy se tiñe de nostalgia y de cierta tristeza. De forma inevitable, se amontonan los recuerdos de aquellos juguetes que, más que un premio, eran nuestro salario por ser niños en los años sesenta y setenta, nuestra paga extra navideña por ejercer la infancia en aquella España tardofranquista de la tele en blanco y negro, de Locomotoro y el Capitán Tan, de la botellita de leche en el patio del colegio, de pantalones cortos en pleno mes de enero, de capones y palmetazos que ciertos maestros nos administraban sin remordimientos ni represalias. Yo era precisamente hijo de maestro, lo que por entonces significaba ser miembro de una casta privilegiada, al menos durante los años en que mi padre ejerció en zonas rurales. Los juguetes que me traían los Reyes eran la envidia de mis compañeros, y solo se podían comparar con los que recibían otros hijos de maestros, los únicos rivales a mi altura. Tuve un Cinexín que pudo ser el arranque de mi vocación cinéfila. Tuve un microscopio con el que escudriñar los secretos de la piel de las cebollas y del ala de las moscas. Tuve una Anatomía Humana que muy bien habría podido servir de inspiración a un nuevo Jack el Destripador. Tuve el fuerte de Comansi y el Exín Castillos. Y el Electro-L. Y el Rescate Espacial. Y hasta un pequeño Scalextric, el juguete más deseado de todos. Tuve infinidad de juguetes que hoy echo de menos, aunque no tanto como al niño mofletudo y con flequillo que se los iba encontrando junto a los zapatos dejados la noche anterior, en tal día como hoy, el día de Reyes.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 8/1/2016

La meseta


Ayer cumplí 52, y un año más quiero dejar aquí constancia de ello. Y no porque piense que a alguien le pueda importar un pimiento mi cumpleaños ni mi edad, como si uno fuera una tonadillera o una actriz famosa. Los motivos son de índole más personal. Me explico: al escribir esta columna anual sobre mi cumpleaños es como si me estuviera fotografiando por dentro. Todos estos recortes de prensa colocados uno tras otro me permiten comprobar si ha habido alguna evolución en el transcurso del año, entre una instantánea y la siguiente, o si más bien todo es un lento e inexorable rodar cuesta abajo, como en el tango de Gardel. Constato ahora que mi columna de hace un año tenía un tono optimista. Ahora, en cambio, me sorprende comprobar que no soy capaz de imprimirle un tono determinado a estas líneas, ni optimista ni todo lo contrario, lo que me hace sospechar que tal vez haya alcanzado un impasse en mi vida, que durante este año me haya instalado en una especie de meseta existencial desde donde todo el horizonte que se divisa es plano. Parafraseando a Cervantes (pero al revés) desde aquí se tiene la impresión de que las ansias (los temores) menguan, pero a cambio las esperanzas se estancan. En lo único en que estoy de acuerdo con el alcalaíno es en la brevedad del tiempo restante, lo que no deja de ser preocupante cuando no se sabe muy bien qué hacer con él. Quizás sea esa la auténtica tragedia de esta mediana edad que muchos compartimos, la constatación de que uno acaba de convertirse en mero espectador de su propia vida, y de que encima la película resulta aburrida. Pero no me hagan caso. Disfruten de las Navidades y que Dios los bendiga. Hablamos el año que viene.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 25/12/2015