La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

sábado, 5 de mayo de 2018

Exorcismos


 Gracias a cierto periódico digital he sabido que en nuestra humilde y soñolienta diócesis también se practican exorcismos, tal vez no tan espectaculares como los de Hollywood, pero exorcismos al fin y al cabo (con el maligno no caben medias tintas). Según afirmaba el sacerdote entrevistado sobre tan peliagudo asunto, hay personas que acuden a él convencidas de tener un demonio dentro, aunque en la mayoría de los casos se trata de trastornos mentales que responden mejor a las antipsicóticos que a los hisopos. Con todo, parece que hay una serie de signos que delatan la infestación diabólica de forma concluyente, como la capacidad de girar la cabeza 360 grados, el hecho de levitar sobre la cama con los brazos en cruz, el uso constante de las palabras malsonantes y los vómitos explosivos, sobre todo si la materia arrojada es de color verde. Repaso la lista de señales y se me ocurre que con este asunto conviene andarse con pies de plomo, pues yo mismo sufrí alguno de esos síntomas en mi alborotada juventud tras una noche de desenfreno levantino. Pero existe un signo inconfundible que no puede ignorarse, y me refiero a la capacidad repentina de hablar lenguas extranjeras que nunca se han estudiado. No basta con que el presunto poseído se exprese en una jerga incomprensible, lo que puede obedecer a una simple resaca o a un intento de emular a Mariano Rajoy, sino a levantarse una mañana hablando por los codos en latín, en arameo o en hebreo antiguo, que son las lenguas favoritas del maligno, tan clásico y cosmopolita él. Una cuestión muy distinta sería que un alumno de secundaria de los programas bilingües comenzara a expresarse en perfecto inglés. Eso, más que un signo de posesión diabólica, sería un auténtico milagro.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 9/2/2018

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