La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 18 de diciembre de 2015

La castaña de Rajoy


Hay quien dice que la campaña electoral terminó el miércoles, en el momento en que un descerebrado le atizó a Rajoy una castaña en medio de la calle. Yo estoy casi de acuerdo, porque cuando los puñetazos usurpan el lugar de los argumentos, ya no hay democracia que valga. Puestos a aplicar la idea con todas sus consecuencias, podríamos afirmar también que la campaña terminó el lunes pasado, con ese desagradable debate a dos en el que el candidato socialista se comportó como un matón en el patio de un colegio, y el debate político quedó aplastado bajo el peso de los insultos y las malas maneras. Si las ideas brillan por su ausencia y las formas son inaceptables, más vale cambiar de canal o irse a dormir. Pero volvamos a la castaña del miércoles. Las imágenes me repugnaron igual que a cualquier ciudadano medianamente civilizado. Pero lo que más me inquieta es que sentí compasión por Rajoy, y de la compasión a la simpatía solo hay un paso. El discurso de la emoción es siempre más poderoso que el de la razón. Hasta Berlusconi me dio lástima cuando le volaron los piños con una maqueta de la catedral de Milán, y eso que para mí encarna lo más despreciable y nefasto de la política. Pues imagínense Rajoy, anciano y barbiblanco como un incipiente Papá Noël, y encima nuestro compatriota y presidente. Me preocupa que el suceso haya desvirtuado por completo el sentido de la campaña electoral, y que los votantes indecisos se dejen guiar ahora por sus emociones y no por su sentido común. Por eso propongo que el mismo energúmeno que le atizó a Rajoy repita su hazaña con cada uno de los otros candidatos. Creo que eso serviría para equilibrar las cosas.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 18/12/2015

viernes, 11 de diciembre de 2015

Memoria


Tras presenciar el debate del lunes pasado (el denominado «debate decisivo», válgame Dios), comprendí que el ejercicio del voto se ha convertido en una profesión de fe. El problema es cuando uno ya ha perdido casi todas las fes que profesaba, entre ellas la que depositaba en los partidos políticos y en esa raza de bon vivants (o aspirantes a serlo) que nutre sus listas electorales. Ni que decir tiene que apenas creí una palabra de las que pronunciaron los cuatro participantes, y en esto no hago distingos ideológicos. Mis reacciones oscilaron entre la incredulidad y la indignación, entre la carcajada y el exabrupto, entre el «eso me suena» y el «no me lo creo». Me fui a la cama tarde y cabreado, y decidido a cambiar mi voto por un almax forte y un somnífero suave. Por fortuna, a la mañana siguiente me noté más sereno y relajado, pues recordé que en la vida hay decisiones mucho más trascendentales que la de qué votar en unas elecciones generales. Aunque tiene su importancia, qué demonios, al menos si uno se considera un poco responsable y tiene algo de memoria. Y conserva, además, la pizca de dignidad necesaria para negarse a que lo pisoteen quienes ya lo han hecho antes. Creo que fue Borges quien dijo que la democracia no es más que un abuso de la estadística, lo que siempre me ha hecho gracia a pesar de lo reaccionario de la frase. De lo que no me cabe duda es de que la democracia, al menos en período electoral, es un abuso de la paciencia del ciudadano. De modo que fortalezcan su paciencia. Y, por favor, antes de ir a votar, ejerzan el noble arte de la memoria.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 11/12/2015

Dos universos

Es curioso lo pronto que se acostumbra uno a convivir con un perro, al menos cuando el animalito pone de su parte. Ahora me resultaría difícil imaginar la vida doméstica sin la presencia permanente y amable de nuestro pequeño bichón maltés. Su laborioso merodear por la casa, sus brincos de alegría cuando comprende que se acerca la hora del paseo, la serenidad de sus ademanes perrunos, la candidez de su mirada azabache, esa alegría incondicional con la que nos recibe, la naturalidad con la que ha sabido encajar su menuda presencia en nuestros hábitos familiares, convirtiéndose, como quien no quiere la cosa, en el auténtico corazón del hogar. Mi mente racional me dice que, al actuar de ese modo, lo único que el perrito hace es obedecer sus instintos. La evolución les ha mostrado a los de su especie las ventajas de asociarse con los humanos. Pero en este caso las ideas y los sentimientos fluyen por cauces distintos, porque la realidad es que nuestro Frankie ha sabido convertirse en el receptor perfecto del cariño de toda la familia y, de algún modo misterioso, cada gesto de afecto que le dedicamos nos es devuelto corregido y aumentado, como si su cuerpecillo peludo tuviera la virtud de funcionar como repetidor y amplificador de nuestros sentimientos. Sin embargo, cuando lo contemplo durante un rato, cuando sus ojillos y los míos se encuentran, creo captar retazos de algo más profundo, como si el universo en el que él habita y el mío se rozaran durante un instante. Y lo que vislumbro es una conciencia tal vez no tan compleja como la mía, pero quizás por ello mucho más apacible y serena, más conforme con el mundo de lo que yo nunca estaré.


Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/12/2015

sábado, 28 de noviembre de 2015

De patios y azoteas


Hay una ciudad secreta. Las calles que recorremos a diario no son más que su piel. Pero bajo esa epidermis late el auténtico corazón urbano, un corazón hecho de vidas privadas, de coladas secándose en las cuerdas de tender, de patios húmedos donde se entremezclan los olores de las cocinas, de trastos arrumbados y olvidados como viejos pecados de juventud. Es también el reino de los tejados y de las azoteas, el ecosistema aéreo donde los pájaros trazan sus acrobacias y las lagartijas buscan el beso vivificante de la luz, allá arriba, donde las antenas de televisión parecen apuntalar la bóveda del cielo y el horizonte es algo más que un rumor. Cualquier habitante de la ciudad tiene acceso a una parte de ese mundo ignorado. Ciertas ventanas de nuestras viviendas nos revelan atisbos de sus extraños paisajes. Nuestros patios interiores son como cajas de resonancia que nos traen ecos fragmentarios de vidas ajenas. A veces, las terrazas los edificios que habitamos nos revelan mensajes en las formas de las nubes, dejándonos jugar a ser dioses durante un rato. Nunca pierdo la ocasión de asomarme a algún nuevo barrio de la ciudad secreta. Aprovecho las invitaciones de los amigos, las visitas al médico, al notario, a clínicas y hospitales. Busco una ventana trasera y me entretengo contemplando el paisaje desconocido que me revela. Y nunca dejo de admirarme al comprobar las dimensiones de esta ciudad invisible y la gran cantidad de sorpresas que encierra. Luego, mientras regreso a mi casa, me invade la sensación de que las calles que recorro son irreales, poco más que un decorado que nos oculta la vista de la ciudad real, el mundo rumoroso y húmedo de los patios interiores, el universo aéreo de las azoteas.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 27/11/2015

sábado, 21 de noviembre de 2015

1616


El año próximo conmemoramos el cuarto centenario de la muerte de Cervantes y de Shakespeare, de quienes se dice (y yo lo suscribo) que fueron los dos genios literarios más universales de todos los tiempos. La historiografía es amiga de casualidades y coincidencias, y por ello se afirma que ambos fallecieron en la misma fecha: el 23 de abril de 1616. La realidad, que suele ser más prosaica, nos revela que nuestro Cervantes dio su espíritu (quiero decir que se murió) el día anterior y fue enterrado, sin gran pompa ni circunstancia, en una pequeña iglesia que había a un paso de su casa. Es cierto que Shakespeare falleció por esos días, aunque difícilmente en la misma fecha, puesto que los muy infieles de los ingleses se habían aferrado al calendario juliano con tal de no plegarse a los dictados del papa de Roma. Con todo y con eso, la cercanía de las fechas da que pensar, como si tras la historia de la Literatura hubiera un guionista ávido de sensacionalismo. Pero ahí terminan las coincidencias, pues todo indica que Shakespeare murió convertido en un próspero hacendado, mientras que a Cervantes a duras penas le llegaban los maravedíes para pagar el alquiler de su modesta vivienda de la calle de Francos. Es más, me atrevo a aventurar que cuatrocientos años después, en el 2016, nuestro novelista seguirá siendo el pariente pobre de la pareja. Mientras que los británicos ya anuncian los fastos que preparan para el centenario, puede que aquí tengamos que conformarnos con esa sencilla lápida que han colocado en la iglesia madrileña de San Ildefonso, cuyo epitafio el propio Cervantes tuvo la precaución de escribir: «El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la ida sobre el deseo que tengo de vivir».

Publicado en La Tribuna de Albacete el 20/11/2015

El enemigo invisible


Un compañero de trabajo ha propuesto a organizar un «amigo invisible» durante las fechas prenavideñas, actividad en la que no voy a participar, pues no me apetece dilapidar mi fama de misántropo, tan laboriosamente construida, en algo tan baladí. Y no es que el que suscribe padezca algún tipo de fobia o patología. Sencillamente, observo que el cultivo de las relaciones sociales requiere inversiones de tiempo y de esfuerzo que considero desproporcionadas con arreglo a lo que se obtiene a cambio. La auténtica dicha no reside en tener montones de conocidos, lo que significa verse obligado a recordar docenas de nombres, a felicitar Navidades y cumpleaños, a asistir a entierros y presentaciones literarias, y a mantener un sinfín de conversaciones aburridas. La felicidad se cifra más bien en un teléfono que no suena casi nunca, en tres o cuatro amigos de los buenos (de esos que no dan la tabarra ni piden dinero prestado), en tardes de libros y silencio, en fines de semana sin más obligaciones sociales que la de sacar el perro a pasear. De hecho, se me ha ocurrido una actividad alternativa a la del amigo invisible con el ánimo de simplificar todavía más mi paupérrima vida social. Se trataría de organizar un «enemigo invisible» en la que los regalitos quedarían sustituidos por jugarretas, pequeñas trastadas sin más objeto que divertirse un rato. Se lo he propuesto a mis colegas vía whatsapp, pero a nadie parece gustarle la ocurrencia. «Bastantes putadas nos hace ya la vida», ha respondido una compañera. Sin embargo, convendrán en que mi idea no deja de tener su ingenio, y desde luego resulta mucho menos onerosa que cualquier «amigo invisible» convencional. Pero ya ven. La gente es así de extraña.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 13/11/2015

viernes, 6 de noviembre de 2015

El sueldo de los profes


Al ensayista y opinador José Antonio Marina le han encargado la redacción de un libro blanco para la reforma de la profesión docente. El documento no está terminado, pero van trascendiendo algunas perlas de su contenido, como la idea de que el sueldo de los profesores debería depender, en parte, de su eficacia pedagógica. Según Marina, «el buen maestro no puede cobrar lo mismo que el malo», idea que a muchos lectores se les sonará razonable. Lo peliagudo es decidir quién se encargaría de realizar esa evaluación necesaria para determinar quién cobra más y quién menos (o incluso quién se va a la calle). ¿Se les pediría opinión a los alumnos y a sus padres? ¿Se juzgaría la eficacia de cada docente en función de los resultados de sus alumnos? ¿Serían los inspectores quienes cargarían con el muerto? ¿Se tendría en cuenta la extracción socioeconómica de los alumnos y la situación del centro? Como profesor que soy, opino que la idea no es del todo equivocada, aunque sí su planteamiento. Estoy de acuerdo en que algunos profesores y maestros deberían ganar más que otros, pero no atendiendo a los resultados de los alumnos, sino a la dificultad de su trabajo. Creo firmemente que deberían pagarles más a aquellos profesores que enseñan en centros de zonas rurales y en colegios de barrios conflictivos. Opino que no es lo mismo trabajar con diez alumnos que con treinta, y que poco tiene que ver dar clase en un grupo de Bachillerato que en un segundo de la ESO, pongamos por caso. Es fácil ser un buen profesor cuando se tienen buenos alumnos. Lo complicado es hacer el trabajo sucio con cierta dignidad. Y como buen desertor de la tiza, usted debería saberlo mejor que nadie, señor Marina.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 6/11/2015

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Infierno




En un reciente viaje a Madrid fui a dar el inevitable paseo por la Gran Vía, donde descubrí que acababa de inaugurarse una sucursal del infierno. Este mini-averno en versión urbana había sido astutamente disfrazado de macro-tienda de ropa, pero bastaba con otear su interior para descubrir la auténtica naturaleza del lugar. Aquella aglomeración de cuerpos hacinados, aquellos gestos de sufrimiento, aquellos gritos espeluznantes no podían corresponder a ciudadanos normales que hubieran acudido al centro a comprarse un abrigo de entretiempo o unos calzoncillos. Tenían que ser por fuerza almas en pena. Decidí, por tanto, cruzar la Gran Vía y alejarme por piernas de tan espantoso lugar. Entonces me di de bruces con una librería, lo que me pareció un prodigio todavía mayor que el que acababa de dejar atrás, pues tenía entendido que ahora los libros se adquirían exclusivamente en centros comerciales o a través de internet. Entré de buen humor y procedía a hacer lo que todo autor hace al entrar en la librería de una ciudad donde no lo conocen. Y me refiero, naturalmente, a escudriñar las mesas y anaqueles en busca de un libro propio. Me costó un buen rato, pero di con él. Un único ejemplar medio escondido entre docenas de novelas menores de chapuceros autores rivales. No tuve más alternativa que llevarlo a la mesa de novedades y colocarlo en el sitio más visible que encontré, en lo alto de una pila de libros de Matilde Asensi. Luego me di el piro lo más rápido que pude, aunque sin la menor traza de remordimiento. En la acera de enfrente, el infierno seguía engullendo almas en pena. Me dije que a lo mejor acababa de ganarme una plaza en él.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 30/10/1015

El DeLorean de Marty McFly





El miércoles pasado, 21 de octubre de 2015, se celebró el día de Regreso al futuro. La gente de mi edad (y también los más jóvenes, pues las reposiciones televisivas no perdonan) recordarán aquella trilogía ochentera con Michael J. Fox de protagonista. En la primera película, el joven Marty McFly viajaba al pasado a bordo de un deportivo DeLorean convertido en máquina del tiempo. En la segunda repetía viaje temporal, aunque esta vez hacia el futuro, donde comprobaba los efectos sísmicos de su intervención en el curso natural de los acontecimientos. La gracia del asunto está en la fecha que el viajero elegía para su desembarco en el mundo del mañana, que no era otra que la del miércoles pasado, 30 años después de su fecha de partida. No niego que todo esto no deja de ser una tontada de las que abundan gracias a internet y las redes sociales, una frivolidad más para consumo de frikis y desocupados. Pero resulta difícil librarse de la nostalgia y de su poderoso hechizo, y no he podido evitar el pensamiento de que somos muchos los que hemos realizado el mismo viaje, desde 1985 hasta el miércoles pasado, con la diferencia de que no hemos necesitado un DeLorean, y de que el tiempo que hemos empleado en llegar hasta aquí ha sido algo más prolongado que en la película, en torno a 30 años. Tres décadas que, sin embargo, han pasado en un abrir y cerrar de ojos. Y todo para descubrir que el futuro no se parecía ni por asomo a como lo imaginábamos en los 80. Y que el tópico aquel de que «todo tiempo pasado fue mejor» ha resultado una verdad como la copa de un pino.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 23/10/2015

Playboy


Esta semana se ha difundido la noticia de que la revista Playboy va a dejar de publicar desnudos. Los responsables de la publicación se quejan de que internet ha despojado a las «conejitas» de su morbo, pues ahora todo el sexo del mundo está a un clic de ratón, y encima gratis. Supongo que de este modo los editores tratan de convertir Playboy en una revista orientada a un público más general, y no exclusivamente a lectores varones que, entre artículo y artículo, gustan de solazarse con la contemplación de las domingas de alguna modelo o starlette. Resulta divertido imaginar la reacción del fundador Hugh Hefner, allá en su mansión californiana, cuando el ejecutivo de turno le contara que estaban perdiendo dinero a espuertas, y que los estudios de mercado aconsejaban podar la publicación de cualquier traza de chicas en pelotas. El anciano Hefner, quien tal vez haya sido uno de los hombres más envidiados del mundo, debió de tragarse su pipa del susto. A sus 90 años largos, tal vez la noticia le sonó como si le anunciaran su inminente castración. En Playboy han aireado sus encantos desde Marilyn Monroe a Jayne Mansfield, pasando por Bo Derek, Kim Bassinger y buena parte del Olimpo hollywoodiense. Es cierto que sus páginas han recogido también relatos de García Márquez, Norman Mailer y Jack Kerouac, pero creo que los lectores se orientaban más hacia los encantos de las primeras que hacia el talento de los segundos. Así lo pensábamos al menos en mi antiguo colegio mayor, donde Playboy era una publicación muy apreciada. Con la noticia de que las chicas del famoso poster central han sido erradicadas se cierra una época. Como casi siempre ocurre, me imagino que todo lo que venga a partir de ahora será peor.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 16/10/2015

Indiferencia


Acabo de comprobar que llevo ocho años escribiendo esta columna. No guardo los recortes de mis artículos, pero suelo publicarlos también en un blog de internet, lo que me permite mantener un registro de los temas que he abordado. Después de ocho años, he llegado a la conclusión de que no sé sobre qué escribir, lo que resulta incómodo para el autor de una columna semanal. Esto puede resultar difícil de creer teniendo en cuenta que vivimos en un país donde la opinión se ejerce sin moderación alguna y en todos los ámbitos de la vida, ya sea en la barra del bar o en la cola del supermercado. Basta con encender la televisión para sufrir un auténtico chaparrón de puntos de vista, y si la tarea principal del periodista consistía antes en informar, la figura predominante hoy en día ya no es la del informador, si no la del opinador profesional, lo que para mí es la variedad más insufrible del estomagante. Para más inri, en este país de nuestras entretelas no escasean los temas sobre los que rajar a gusto. Con el culebrón del movimiento independentista catalán, solamente, hay quien está abastecido para meses o años. Yo, sin embargo, parezco vivir en una especie de limbo en el que la indiferencia es la nota predominante. La pregunta es ¿qué hace un tipo como yo en la sección de opinión de un periódico? Últimamente le he dado muchas vueltas a esta cuestión. Tal vez la respuesta sea que guardarse de opinar sea una forma perfectamente legítima de conducirse. Tal vez la concentración de sinvergüenzas y gilipollas se haya vuelto tan alta que la indignación haya acabado por saturar nuestras vidas, y la indiferencia sea la única forma viable de tolerar la condición de ser un ciudadano de este país.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 9/10/2015

viernes, 2 de octubre de 2015

El último día del verano


Esta despedida del verano astronómico que hemos disfrutado, tan tibia y soleada, mitiga la melancolía que sentimos en esta época del año. Nos consta que a partir de ahora todo ira a peor. Los días que se avecinan serán cada vez más cortos, más oscuros y fríos, y los rigores invernales nos aguardan a la vuelta de la esquina. Por eso no viene nada mal este veranillo que nos han consentido los azares de la meteorología, el consuelo de disfrutar de esta luz que posee la triste belleza de las cosas que se acaban. Hay quien me tiene por un tipo algo quejica. Hasta puede que en esta columna haya dado pruebas de ello. Sin embargo, algo que nunca me ha molestado es el tránsito de las estaciones. Es más, creo que tiene algo de reconfortante el hecho de saberse pasajero y habitante de este descomunal reloj que es nuestro planeta orbitando en torno a su estrella. La Tierra emplea 365 días, 6 horas, 9 minutos y 10 segundos en completar su giro en torno al Sol, y durante este tiempo las estaciones se sucederán como siempre lo han hecho, con independencia de los albures de la meteorología, una perfecta coreografía cósmica en la que todos estamos embarcados. En 1977, la sonda espacial Voyager 1 tomó la primera foto de la gran familia terrestre, una imagen completa de nuestro planeta y de su satélite. En 1990, la Voyager volvió a fotografiar la Tierra a 6.000 millones de kilómetros de distancia, y esta vez éramos apenas un puntito azulado sobre un fondo negro salpicado de estrellas. La terrible precariedad de nuestras vidas humanas se me antoja un hecho insignificante al pensar en estas dimensiones. Puede que la idea sea algo tonta, pero ¿saben? a mí me consuela. 

Publicado en La Tribuna de Albacete el 2/10/2015

domingo, 20 de septiembre de 2015

Septiembre sin la Feria


Por motivos que no vienen al caso no he podido pisar la Feria este año. Y no es que me lamente. El sacrificio no ha sido grande y creo que el daño psicológico no precisará de ninguna terapia en particular. Sin embargo, como buen albaceteño que es uno, reconozco que la insólita circunstancia de pasar aquí los diez días de Feria sin acercarse a ella entraña ciertas perturbaciones anímicas que me gustaría detallar. Para empezar, la curiosa sensación de caminar casi siempre en sentido contrario al de mis conciudadanos. En cierto modo, ha sido como tratar de evitar la atracción gravitatoria de un agujero negro, porque la Feria no deja de ser un gran embudo que nos traga a todos durante unos días cada año. Otro efecto curioso es el que he dado en denominar el «síndrome de Godzilla», pues aunque uno evite la Feria, resulta imposible librarse del fragor que esta genera, del pandemónium de las atracciones, de las verbenas y de los gritos del ejército de visitantes que se apiñan en aquellas pocas hectáreas de locura colectiva. La sensación que he tenido era la de un gran monstruo antediluviano que hacía de las suyas en un extremo de la ciudad, una criatura a la que no llegamos a ver, pero cuyos efectos devastadores son más que patentes. Y hablando de efectos devastadores, uno de los peores ha sido el de los comercios cerrados por las tardes, una lacra que una ciudad como esta no debería permitirse, y que una vez más ha hecho estragos en la vida de los albaceteños. Sin embargo, casi todos mis conciudadanos han podido resarcirse acudiendo a la Feria para beber y olvidar, y para encontrarse con esos amigos a los que uno no ve durante el resto del año. Yo, en cambio, no he tenido otro consuelo que el de escribir estas lúgubres líneas.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 18/9/2015

Principios


Los principios comparten un territorio común con los finales. Lo he comprobado de nuevo esta mañana, al pasar ante la puerta de un colegio y observar a esos niños que todavía olían a ocio y aftersun, y que se dirigían hacia las aulas con una mezcla de euforia e incredulidad, contentos de encontrarse con los compañeros a los que perdieron de vista hace más de dos meses, pero acaso también convencidos de que en cualquier momento iban a despertarse en su habitación del apartamento de la playa para bajar a jugar en la arena. Los días como hoy poseen esa singularidad de pertenecer a un territorio de frontera, a medio camino entre la somnolencia estival y la ardua realidad del curso académico. También para mí empieza un nuevo curso dentro de pocos días. Hablan de la depresión posvacacional, pero lo que yo experimento es más bien cierto entusiasmo, la esperanza de que este curso las cosas pueden ser distintas. Imagino un curso en el que poder dedicarme plenamente a mi profesión de enseñar, aunque también rico en oportunidades para aprender. Incluso me atrevo a imaginar un curso ajeno a los conflictos, sin esos profesionales del sabotaje que hacen mi trabajo tan difícil a veces. Con todo, temo que estas esperanzas se vayan diluyendo durante los primeros días de clase, conforme la realidad vaya abriéndose camino con ese fragor de apisonadora que le es característico. La vida real casi siempre actúa como trituradora de las ilusiones. Aunque, quién sabe, tal vez en cualquier momento me despierte y descubra que todavía me hallo en pleno mes de agosto, con la única responsabilidad de bajar al patio para regar los geranios. Bien pensado, no estaría nada mal.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 11/9/2015

El niño ahogado


Dudo que a estas alturas alguien no haya visto la fotografía de ese niño sirio ahogado en la playa turca. El pequeño cuerpo boca abajo sobre la arena, con los pantaloncitos azules y la camiseta roja. Tiene exactamente el mismo aspecto que cualquier de los críos que dentro de unos días empezarán su primer día de colegio. Su apariencia es tan normal, tal idéntica a la de cualquiera de nuestros niños, que al ver la foto casi esperamos que todo sea una broma, que el niño se levante de pronto y nos diga que se había tumbado boca abajo sobre la arena para engañarnos, y luego eche a correr playa adelante en busca de sus padres. Nos cuesta aceptar la muerte del pequeño sirio, porque la famosa imagen contiene una aberración esencial. Ningún niño debe morir así. Jamás. Nunca. Y ello por mucho que sepamos que el mundo es un lugar despiadado, que hay muchos niños que enferman gravemente y que mueren por culpa de accidentes. La diferencia es que el niño sirio de la playa ha muerto por la enfermedad más terrible de todas, que no es otra que la injusticia. Una enfermedad cuya vacuna está a nuestro alcance y al de nuestros gobiernos. La muerte de miles de refugiados ha convertido el Mediterráneo, ese mar en cuyas orillas floreció la civilización y la cultura, en un gran cementerio. Pero ha hecho falta esta imagen terrible para que comprendamos el horror de la tragedia en toda se magnitud. ¿Cuántas fotos más de niños ahogados harán falta para que nos plantemos y digamos basta? ¿Cuánta injusticia más seremos capaces de tolerar antes de comprender que la muerte de ese pequeño nos concierne a todos nosotros?

Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/9/2015

domingo, 30 de agosto de 2015

La vecina de enfrente


Tengo mi mesa de trabajo colocada delante de una ventana y he descubierto que es una mala idea, porque en el edificio de enfrente hay una señora que me espía. Ella piensa que no me he dado cuenta. Trata de disimularlo a toda costa. Pero cada diez minutos sus visillos se abren y distingo un ojo que me escruta a través de la ranura. Otras veces se muestra más osada y sale directamente al balcón. Entonces finge que echa un vistazo a la calle, una calle en la que nunca pasa nada (salvo ruidosos camiones de madrugada). Y justo antes de volver a la seguridad de su hogar, lanza un vistazo disimulado hacia mi ventana. Es cierto que en verano suelo andar por casa con poca ropa y que casi siempre prescindo de la camiseta. Pero dudo que mi torso desnudo tenga un poder de atracción semejante. Sospecho que lo que intriga a esta señora es mi inmovilidad en mi mesa de trabajo, ante el ordenador. ¿Qué estará haciendo ese tipo ahí horas y horas? ¿Por qué no se mueve? ¿Por qué no sale a ver mundo? Quisiera poder explicarle que me dedico a escribir. Y que la esencia del arte de la escritura es aprender a estar solo (la ventana es accesoria). Querría hacerle entender que no soy tan raro, que todos los escritores pasan las horas muertas en solitario tratando de encontrar algo de sentido en el mundo. Pero supongo que no me entendería. Pensaría que estoy chiflado por haber elegido una actividad como esta. Sobre todo, pensaría que estoy como una cabra si supiera que ahora mismo, mientras ella me mira, estoy escribiendo sobre una señora que vive enfrente, y que me espía a través de la pequeña abertura de sus visillos.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 28/8/2015

Con las bragas en la mano



Llevo toda la semana dándoles vueltas a las enigmáticas declaraciones de la concejala malagueña Teresa Porras. Según esta señora, las niñas se pasaron la feria del año pasado «con las bragas en la mano para que se les secaran». Sé que Málaga es un sitio caluroso, pero no creo que la cosa llegue al extremo de que las chicas de allí tengan que airear su ropa interior por culpa del sudor extremo. Descartada esta posibilidad, todas las restantes se me figuran de contenido sexual, y no dejan muy bien parada a la juventud malagueña. No es sorprendente, por tanto, que a la señora Porras le hayan llovido las críticas por el carácter machista de sus declaraciones. Opiniones como esta no quedarían raras en boca de una octogenaria sentada en su mesa camilla, pero pronunciadas por un político quedan un tanto feas. Quizás de los representantes públicos esperamos mejor criterio y más amplitud de miras. Aunque, ay, creo que muchas veces esperamos en vano. Por desgracia, a los políticos nos les exigen aprobar ninguna oposición. Ni siquiera les dan un cursillo básico de formación para evitar conducirse por la vida como impresentables, sobre todo cuando les ponen un micrófono o un twitter delante. Los ejemplos se multiplican, pero quizás el título de padre de todos los bocazas lo ostente aquel alcalde de Valladolid que temía ser violado en los ascensores por una banda de hembras en celo. Aunque en estos casos conviene aplicar el beneficio de la duda. Al fin y al cabo, esta deslenguada concejala malagueña es la responsable del área de festejos, y puede que su único propósito fuera provocar una avalancha de visitantes a las fiestas de Málaga, atraídos por la perspectiva de una legión de malagueñas salerosas que los aguardaban con las bragas en la mano. 

Publicado en La Tribuna de Albacete el 14/8/2015

Pequeñas muertes



Existe ya todo un panteón de animales que han muerto de forma injusta: el elefante abatido por el rey emérito, el león Cecil… Si me apuran, hasta la madre de Bambi. Sin duda, son muertes tan célebres como trágicas. ¿Pero qué hay de todas esas muertes anónimas con las que nos topamos en cualquier desplazamiento por carretera? Pequeños dramas en forma de cuerpo ensangrentado y aplastado sobre el arcén. Por mi parte, tras llevar un año y medio conviviendo con Frankie, mi bichón maltés, solo puedo decir que jamás había conocido un amor tan incondicional y una lealtad tan conmovedora. Quienes se encargan de estudiar el comportamiento de los animales aseguran que el amor que nos profesan las mascotas no es un sentimiento real, sino que responde a pautas de conducta adquiridas tras milenios de evolución. Nosotros les damos comida y les proporcionamos un sitio guarnecido para dormir. Ellos, por su parte, nos recompensan alimentando nuestro lado más tierno, de forma similar a como lo haría un bebé humano. Las endorfinas fluyen y el vínculo se cierra. Puede que el amor que nos dan las mascotas no sea más que un simulacro alimentado por motivos puramente egoístas. Pero ¿cuál es la diferencia entre esto y lo que entendemos por amor en sentido estricto, salvo que el de las mascotas es más sencillo, más puro y, a menudo, también más duradero? Por ello, cada una de esas pequeñas muertes de las carreteras me duele tanto como la del león abatido por el dentista asesino. Quien mata a un león en la sabana no es menos despreciable que quien abandona a un perro en un arcén. La crueldad no depende de la especie con la que se ejerza.

Aparecido en la Tribuna de Albacete el 7/8/2015

lunes, 3 de agosto de 2015

Marilyn



Se ha publicado un libro cuyos autores son los encargados de la funeraria que se ocupó del cuerpo de Marilyn Monroe. Además de los daños propios de la muerte, dicen que cuando la encontraron estaba sucia y sin depilar. Que se veían las raíces oscuras de su pelo y que usaba dentadura postiza. También revelan que se colocaba prótesis en los pechos para que le abultaran más. Su aspecto general —dicen— era de dejadez, y su cadáver parecía el de una mujer mucho mayor de los 36 años que la actriz tenía en el momento de fallecer. Estas son, entre otras, las lindezas que este par de buitres han mantenido en secreto desde 1962. Ahora, transcurridos más de 50 años, parece que el secreto profesional les ha pesado mucho menos que la oferta económica de una editorial.

Cuando yo era estudiante, tenía una pared entera forrada con fotografías de Marilyn, quien me parecía incomparablemente más hermosa que aquellas actrices de los 80, con sus cirugías, sus hombreras y su pelo cardado. Aun hoy me siento cautivado cuando vuelvo a verla en sus películas (hace poco fue La tentación vive arriba), o me topo con alguna fotografía suya en internet. La belleza que transmiten sus imágenes es tan intensa que le ha sobrevivido más de medio siglo, y amenaza con hacerlo durante muchos años más. Quizás algunas personas no nazcan para ser simples seres humanos, sino para convertirse en símbolos, como esa muchacha de vida agitada llamada Norma Jeane Baker, cuyo destino era convertirse en el ideal de sensualidad, de gracia y de belleza durante muchas generaciones. Aunque suelen ser también destinos trágicos. El precio que Marilyn pagó lo encarna ese triste despojo que encontraron sus sepultureros. Su recompensa, sin embargo, fue nada menos que la inmortalidad.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 31/7/2015

Bibliotecas


Hace unos años, tras la muerte de un familiar cercano, me vi obligado a vaciar su casa de muebles y otros enseres. Lo más doloroso fue deshacerme de sus libros. Conservé unos pocos por motivos sentimentales, pero el resto se vendieron prácticamente al peso. Y yo me sentí como si estuviera cometiendo una traición. Construimos nuestra biblioteca durante toda la vida, laboriosamente, y al final descubrimos que ese montón de libros de orígenes dispares ha adquirido sentido, tal vez porque todos juntos cuentan una historia. Nuestra historia. Si decidiéramos ordenar nuestros libros según su fecha de adquisición, el resultado sería parecido a escribir nuestras memorias. Yo mismo lo compruebo en estos momentos. Repaso con la vista los estantes de mi biblioteca y raro es el libro que no trae recuerdos muy vívidos consigo. Esa edición ilustrada de los cuentos de Andersen era la que mis padres me leían cuando yo aún no sabía leer. Esa novela de Mújica Laínez fue parte del premio de relato que gané en el instituto. Ah, y ahí está la edición de Borges que me firmó María Kodama en aquel curso de la Menéndez Pelayo. Cuánto se parecen a mí estos libros. Al que fui y al que soy. Sin embargo, puede que un día no muy lejano tenga que enajenar buena parte de esta biblioteca por falta de espacio. ¿Qué sucederá entonces? ¿Encontraré a alguien que los quiera comprar? Y cuando mi biblioteca se disgregue y todos estos libros acaben en librerías de viejo o en ferias del libro usado, ¿qué será de mí entonces? ¿Seguiré siendo quien soy o habré ingresado en el reino de la desmemoria, como las historias olvidadas de un viejo libro que nadie compra, que nadie quiere volver a leer?

Publicado en La Tribuna de Albacete el 24/7/2015

Castigos bíblicos


Llevo apenas cinco días en el pueblo y Albacete empieza a parecerme un espejismo. De hecho, tengo dudas de que siga existiendo. Tal vez el calor haya ganado la batalla y la ciudad entera haya desaparecido en un cráter de fuego. Ahora que lo pienso, hace días que no sé nada de los familiares y amigos que quedaron allí. Puede que cuando termine esta columna y la envíe por correo electrónico, obtenga un mensaje de error como respuesta en el que me comuniquen que el destinatario ya no existe. Es posible que esté escribiendo estas líneas para un puñado de lectores fantasmagóricos que, a estas alturas, habrán quedado calcinados por el sol sahariano y el viento infernal, como esos romanos que no pudieron salir de Pompeya y acabaron convertidos en burbujas de aire bajo las ardientes cenizas. Lo que está ocurriendo, este calor apocalíptico que nos azota, podría incluso entenderse como un castigo bíblico. Basta con dar una vuelta por la Zona cualquier fin de semana para darse cuenta de que algo anda muy mal. ¿Quiénes son todos esos extraños uniformados con pintorescas camisetas que hacen ostentación de su ebriedad por nuestras calles? ¿De dónde han salido esas desvergonzadas que cantan obscenidades a coro y muestran sus intimidades al orinar a la vista de todos? ¿Por qué se ha convertido nuestra ciudad en La Meca de todas las peregrinaciones etílicas? Creo recordar que Sodoma y Gomorra ardieron por bastante menos. Cuando vuelva a Albacete, ¿los encontraré allí todavía o habrán perecido todos bajo el fuego divino? Por si acaso, pónganse en paz con su creador. O mejor aún, márchense todos a su pueblo y dejen la ciudad para los juerguistas de las despedidas de soltero. Y que sean ellos los que ardan.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 17/7/2015


Let It Be


Se han cumplido cincuenta años de los dos conciertos que los Beatles dieron en España, y a todos los seguidores de la banda de Liverpool nos ha vuelto esa morriña que nos aflige de vez en cuando, como si la beatlemanía fuera una enfermedad crónica de la que hay que esperar recaídas ocasionales. Si hago memoria, creo que el virus lo contraje a los doce o trece años, y fue por culpa de un par de singles que mis primos ponían constantemente en su tocadiscos. En la cara A del primero estaba A Hard Day’s Night. Por entonces a mí este disco me gustaba mucho más que el otro, que era el single de Let It Be. No parecían el mismo grupo, ni por música ni por la pinta que mostraban en las fotos de las portadas. Los chicos sonrientes del primer disco se habían convertido en hippies melenudos en el segundo. Los Beatles del año 64 eran como los hermanos mayores que todos los críos queríamos tener. Los de 1970 (año en que se publicó Let It Be) parecían tipos poco recomendables, individuos de esos que se drogaban y atentaban contra el orden establecido. Con el tiempo llegamos a comprender que aquel cambio era como una metáfora de nuestras propias vidas, el tránsito entre la niñez y la juventud, de los flequillos y los pantalones cortos a las litronas y los canutos, de jugar al «pillao» en la calle a correr delante de los maderos en una manifestación de estudiantes. Me sigue gustando Qué noche la de aquel día, aunque sin duda ahora me identifico mucho más con Let It Be, que habla de cosas que provocan dolor, cosas que no merecen la pena y que es preferible dejar atrás.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 10/7/2015

viernes, 3 de julio de 2015

Grecia


Cada mañana pongo la radio angustiado, porque temo desayunarme con la noticia de que Grecia ya no está ahí. Mis nociones de economía son rudimentarias, pero sé más o menos lo que ocurre cuando una empresa entra en suspensión de pagos. Lo que no entiendo es cómo esa situación se puede extrapolar a un país entero. ¿Piensan expulsar a todos los griegos de su territorio y repartirlo por parcelas? Quizás los tiros vayan por ahí, y dudo que a ellos les pille desprevenidos, pues la historia ya los ha enfrentado varias veces a deportaciones y exterminios, pero sobre todo a la emigración económica. De hecho, el mundo está lleno de griegos que no viven en Grecia. Para los pocos millones que sí lo hacen, debe de ser terrible cargar con una nación que no deja de ser una idea malograda. Grecia es un moribundo que agoniza mientras los buitres trazan círculos sobre él. La tierra que inventó la cultura occidental está a punto de ser devorada por los bárbaros. ¿Qué lote le tocará a cada uno de los acreedores? Tal vez Merkel se pida la Acrópolis, que para eso está la primera de la lista. Pero ¿qué le darán a Rajoy por esos 500 euros que los griegos le deben a cada español? ¿La cabeza de Medusa, sin cuyo auxilio es difícil que gane las próximas elecciones? Aunque lo cierto es que el asunto no admite mucho humor. Y lo siento en el alma por los amigos griegos, que han acabado convertido en víctimas y rehenes de esta «Europa de los ciudadanos» que devora a sus ciudadanos cuando más la necesitan. Por desgracia, la última enseñanza de Grecia para el mundo es algo que todos sabemos, la certeza de que lo peor que se puede ser en esta vida es pobre.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 3/7/2015

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Κάθε πρωί βάλτε την αγωνιώδη ραδιόφωνο, γιατί φοβάμαι το πρωινό μου με την είδηση ​​ότι η Ελλάδα δεν είναι πια εκεί. Έννοιες μου της οικονομίας είναι υποτυπώδη, αλλά ξέρω περισσότερο ή λιγότερο τι συμβαίνει όταν μια εταιρεία πηγαίνει σε πτώχευση. Δεν καταλαβαίνω είναι πώς αυτή η κατάσταση μπορεί να επεκταθούν σε ολόκληρη τη χώρα. Νομίζετε ότι οι Έλληνες αποβάλει όλο το έδαφός της και να εξαπλωθεί οικόπεδα; Ίσως οι πυροβολισμοί πάει γύρω, και αμφιβάλλω τους αλιεύονται από τη φρουρά, γιατί η ιστορία και έχει αντιμετωπίσει πολλές φορές οι απελάσεις και εξοντώσεων, αλλά κυρίως η οικονομική μετανάστευση. Στην πραγματικότητα, ο κόσμος είναι γεμάτος από Έλληνες που ζουν στην Ελλάδα. Για μερικά εκατομμύρια που κάνει, θα πρέπει να είναι φοβερό να φέρει ένα έθνος που εξακολουθεί να είναι μια αποτυχημένη ιδέα. Η Ελλάδα είναι ένας άνθρωπος πεθαίνει, ενώ γύπες εντοπισμό κύκλους πάνω του. Η γη που εφηύρε τη δυτική κουλτούρα πρόκειται να καταβροχθιστεί από τους βαρβάρους. Ποια θα είναι η κάθε παρτίδα των πιστωτών; Ίσως η Ακρόπολη Μέρκελ, ότι αυτή είναι η κορυφή της λίστας ζητείται. Αλλά τι Rajoy θα δώσει τα € 500 που οι Έλληνες χρωστούν κάθε ισπανικά; Είναι το κεφάλι της Μέδουσας, χωρίς να είναι δύσκολο να κερδίσει τις επόμενες εκλογές του οποίου η βοήθεια; Αλλά το γεγονός είναι ότι το θέμα δεν επιτρέπει πολύ χιούμορ. Και νιώθω μέσα στην ψυχή μου με τους Έλληνες φίλους που έχουν τελειώσει γίνονται θύματα και όμηροι της «Ευρώπης των πολιτών» που καταβροχθίζει τους πολίτες της, όταν τη χρειάζονται περισσότερο. Δυστυχώς, η τελευταία εντολή της Ελλάδα στον κόσμο είναι κάτι που όλοι γνωρίζουμε, η βεβαιότητα ότι το χειρότερο πράγμα που μπορεί να είναι σε αυτή τη ζωή είναι φτωχή.

jueves, 2 de julio de 2015

Mercenarios


El fin de curso devuelve a los niños a sus casas y enfrenta a los padres al fantasma de tener que convivir con sus hijos. Nuestra vida moderna parece inventada para que los miembros de la familia no tengan que soportarse mutuamente. Los colegios, las academias y las actividades extraescolares liberan a los padres de las responsabilidades inherentes al acto reproductivo. La educación de los más jóvenes se ha convertido en una tarea de asalariados, en trabajo de mercenarios. ¿Existen vacaciones que provoquen más críticas, más comentarios despectivos y más encono que las de los mercenarios de la enseñanza? Aunque quedan algunos otros al pie del cañón, y me refiero a los profesores de las academias y a los monitores de esto y de aquello. La idea de que sean siempre otros quienes se encarguen de los niños resulta tentadora, pero no está al alcance de todos los bolsillos. Tampoco parece factible mantener a los críos exiliados durante todo el verano, ya sea en Irlanda, en Connecticut o en el pueblo de los abuelos. Antes o después, papá y mamá van a tener que hacerse a la idea de que sus hijos estarán en casa, y deben prepararse para ese momento terrible. Tendrán que ir pensando en qué decirles. Deberán plantearse qué actividades van a realizar con ellos. Puede incluso que se vean obligados a tratar de arrebatarles el smartphone o la tablet. En el colmo del horror, hasta cabe la posibilidad de que tengan que aplicarles algún castigo. La educación, esa tarea que cada vez se practica menos en los hogares, es a veces un trabajo sucio y penoso. Ahora, decidme, padres: ¿os consideráis preparados? ¿Seréis capaces de sobrevivir sin esos mercenarios a los que tanto criticáis?

Publicado en La Tribuna de Albacete el 26/6/2015

miércoles, 24 de junio de 2015

Chistes


Desde el linchamiento de ese concejal madrileño vivo atemorizado. Llevo varios días repasando mis cuentas de Facebook y de Twitter por si las moscas (a saber qué perlas habré soltado por allí que ahora no recuerdo). En los primeros tiempos de internet creíamos que la red era un espacio conquistado para la libertad. Pero resulta que estábamos equivocados. Internet es el archivo de nuestros pecados, o por lo menos en eso se ha convertido en esta época de biempensantes e inquisidores. ¿Cómo era aquel chiste que conté aquel día en el Twitter? ¿Era sobre gays? ¿Sobre inmigrantes? ¿Sobre catalanes? Lo triste es ni siquiera me acuerdo, porque el día del chiste funesto había estado de fiesta hasta las tantas y volví a casa con el ánimo un tanto transgresor. Ahora temo que ya nunca podré dedicarme a la política. Pero casi me alegro, porque al parecer para ser político hay que convertirse en un tipo aburrido de esos que jamás se relajan y siempre dicen lo que toca. Prefiero de largo a la gente que se expresa y actúa con naturalidad, a quienes son capaces de soltar algún disparate de vez en cuando, sobre todo si lo hacen con gracia. Tengo un amigo especializado en contar chistes machistas. A mí me parece un tipo estupendo, pero a lo mejor debería venir alguna militante feminista para sacarme de mi error. Me gustaría que quienes deciden dónde están los límites publicaran algún manual de instrucciones, porque lo cierto es que sin reglas va uno como a ciegas. Por ejemplo, ¿se puede contar chistes sobre inspectores de Hacienda? ¿Y sobre curas? ¿Y qué me dicen de los políticos? ¿Es lícito contar chistes sobre políticos o hay que respetarlos en tanto que minoría que son, igual que a los leperos? Por cierto, ¿saben ustedes cuántos políticos hacen falta para apretar una bombilla?

Publicado en La Tribuna de Albacete el 19/6/2015

PAEG


Los alumnos que han terminado 2º de Bachillerato han estado ocupados esta semana con los exámenes de PAEG. Hace apenas quince días los veíamos estrenando corbata y modelitos en sus ceremonias de graduación. Ahora no les ha quedado otra que volver a asumir su condición de estudiantes y enfrentarse a esas pruebas de las que (llevan años oyéndolo) tanto depende su futuro. Qué paradójico resulta que unas pruebas tan decisivas tengan los días contados, y que dentro de dos cursos vayan a sustituirse por algo completamente distinto que va a llamarse reválida de bachillerato. Rizando el rizo, y si hubiera algún cambio de gobierno de por medio, hasta puede que esa reválida sea reemplazada por otro invento alumbrado por algún pedagogo que jamás sostuvo un trozo de tiza en las manos. Yo lo único que espero que a los chicos les vaya bien, a pesar de todo. Pero la esperanza es un sentimiento que sale gratis, mientras que los efectos de la realidad pueden pagarse muy caros. Por ello me da mucha pena (uno tiene su corazoncito pese a los rumores) ver a nuestros alumnos convertidos en víctimas y rehenes de estos vaivenes en legislación educativa que siempre se gestan a espaldas de los auténticos actores de la educación, es decir, los alumnos, los profesores y las familias. La consigna del gobernante de turno parece ser cambiar las leyes para que todo siga igual, perpetuarse en el error, en la incoherencia y en la arbitrariedad. Pero no es a golpe de ley orgánica como se cambia la realidad educativa de un país, sino a base de sentido común, de inversiones y de respeto por los educadores y los alumnos. Hasta entonces, mucha suerte, chicos. Por desgracia, y estando la PAEG como está, vais a necesitarla.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 12/6/2015

miércoles, 10 de junio de 2015

Cocineros


De un tiempo a esta parte, cada vez que enciendo la televisión me aparece un show culinario. Si llevo bien la cuenta, de MasterChef se emiten la versión española, la norteamericana, la italiana y, en el colmo del exotismo, incluso la australiana. En cuanto a Alberto Chicote, se trata únicamente del trasunto nacional (e igualmente malhablado) del escocés Gordon Ramsay. Pero ¿qué ha pasado para que ciertos cocineros se hayan convertido en megaestrellas? ¿Cómo es posible que los programas de cocina acaparen tiempo de programación en hora de máxima audiencia, en detrimento de las películas y las series? Yo creo que lo que convierte a estos programas en espectáculo no es su carácter didáctico, sino la atracción morbosa que ejerce en el espectador la contemplación del fracaso ajeno. Cuando vemos cómo un restaurante se va a pique o cómo expulsan a un participante de un concurso de cocina empleando los términos más vejatorios, nos provoca placer el hecho de no tener que pasar por ese trance, la libertad de poder ir a nuestra cocina y perpetrar una paella o una tortilla de patatas sin tener detrás a un impertinente que nos ponga a parir (salvo algún cuñado o similar al que siempre se le puede mandar al guano). Nunca he creído en la cocina como manifestación cultural, y la idea de equiparar un guiso, por sofisticado que sea, con un buen libro, con un cuadro o con una canción me parece sencillamente aberrante. Pero en estos tiempos confusos todo se trastoca, y si un tarugo que le da patadas a un balón puede adquirir categoría de héroe, ¿por qué no elevar a un cocinero al rango de gran artista? A este paso me veo a los virtuosos de la música clásica cambiando el frac por el delantal y aprendiendo a hacer croquetas. Total…

Publicado en La Tribuna de Albacete el 5/6/2015

Chivos expiatorios



En un instituto de Madrid se ha suicidado una chica que era víctima de acoso escolar. En estos casos el dolor y la indignación son comprensibles. No me parece explicable, sin embargo, el ansia de ciertos medios de comunicación por ofrecer carnaza a los espectadores cualquiera que sea el suceso que se cubra, pero de modo muy especial si afecta al entorno escolar y participan en él las nuevas tecnologías. Hace unas semanas vimos cómo un grupo de profesores eran sometidos al linchamiento mediático por los comentarios que habían realizado en su grupo privado de Whatsapp. Al informar sobre el caso de esta niña madrileña, lo primero que los medios reflejan es la pasividad del equipo directivo y de la orientadora del centro, su ineptitud para atajar la situación, con la trágica consecuencia del suicidio de la menor. No han faltado, por supuesto, las declaraciones de los compañeros y de algunos padres: «¡Sí, claro que lo sabían! ¡Y no han hecho nada!» Y una vez encontrado el chivo expiatorio, a otra cosa. No conozco el instituto en cuestión, pero teniendo en cuenta que se encuentra en el cinturón obrero de Madrid y que alberga nada menos que a 1.200 alumnos, no me resulta difícil imaginar las condiciones en que allí se trabaja. Por otro lado, ya nos parece natural que a los chicos se les permita ir siempre pertrechados de su móvil, artefacto que en manos de los adolescentes se ha convertido en una especie de caja de Pandora, y que en el caso de ciertos torturadores profesionales puede ser la herramienta perfecta con la que practicar el acoso y la violencia. Nadie cuestiona la labor educativa de los padres que costean alegremente esos dispositivos y no saben cómo poner límites a sus hijos. Teniendo un grupo de profesores a mano para que carguen con el mochuelo, cualquier otra consideración está de más. 

Publicado en La Tribuna de Albacete el 29/5/2015

viernes, 22 de mayo de 2015

Con todo respeto


Con todo respeto, señora Cospedal, opino que usted no merece seguir siendo presidenta de esta región. Yo sé que en el fondo los que vivimos aquí, en estas cinco provincias dejadas de la mano de Dios, apenas importamos. Somos pocos, estamos dispersos y resultamos prescindibles en las cuentas que ustedes se hacen en Génova. Pero los males propios siempre duelen, aunque estadísticamente no cuenten demasiado. A mí, por ejemplo, me duele comprobar hasta qué punto las condiciones en los colegios e institutos se han deteriorado en los últimos cuatro años, mientras usted maquillaba el naufragio de la enseñanza pública con multilingüismos catetos y programas de calidad que no convencen ni al más idiota. Me duelen todos esos profesores en paro o despojados de sus plazas, y lamento la falta de respeto que muestra usted hacia los funcionarios de esta región. Me duele muchísimo que mi hijo, que padece una enfermedad crónica, tenga que recibir atención médica a través de la sanidad privada, porque la pública a usted no le interesa y además le parece cara. Me duele que una televisión autonómica que ya era mala se haya convertido en una auténtica vergüenza nacional, porque usted ha decidido utilizarla como herramienta de propaganda. Y su defensa (financiada con dinero de todos) de esas fiestas de crueldad y sangre que son las corridas de toros. Y su teja, y su mantilla, y sus apariciones públicas, que parecen sacadas de los archivos del NO-DO. Me duelen todos esos ataques a la gente de esta región que usted llama gobierno, y que justifica invocando los objetivos de déficit, cuando lo único que ha entrado en déficit son nuestras vidas bajo su mandato. Con todo respeto, no es usted digna, señora Cospedal. Le deseo lo mejor. Le deseo suerte en la vida y éxito en sus negocios, pero creo que a nosotros nos iría mucho mejor sin usted.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 22/5/2015

domingo, 17 de mayo de 2015

La bicicleta


No he podido evitar fijarme en el cartel electoral de Ganemos Albacete para las elecciones municipales. La imagen es poco frecuente en este tipo de propaganda, que suele mostrarnos a los candidatos en solitario (generalmente a los cabezas de lista), trajeados, photoshopeados y con esa sonrisilla que parece toda una invitación a meterles un guantazo. En el cartel de Ganemos, sin embargo, los vemos en grupo, de cuerpo entero y caminando animosamente por el paseo central del parque. Supongo que el ver a los candidatos a pie de calle y en movimiento esconde todo un mensaje político, aunque uno no puede evitar descreer de mensajes como este. Mi sensación es que, por mucho que todos caminen en la misma dirección, sus intenciones y objetivos son muy diversos. Pero eso no deja de ser un prejuicio mío de ciudadano escamado con la política, y tal vez estos candidatos sí que sean distintos. Ahí tenemos, por ejemplo, al número dos de la lista, Álvaro Peñarrubia, un joven procedente del activismo medioambiental y del movimiento ciudadano del 15-M. Álvaro es el único de los candidatos de la foto que lleva su bicicleta (aunque por el manillar, para no adelantarse a los demás). De hecho, lo he visto más de una vez pedaleando por las calles con un carrito de remolque, paseando sus carteles como una caravana electoral de un solo hombre, el do-it-yourself aplicado a la política. Sería ilustrativo que otros siguieran este precedente y se retrataran con sus medios de transporte habituales. De este modo comprobaríamos que hay candidatos que jamás han hecho nada útil fuera del ámbito político (y a menudo tampoco dentro) y sin embargo se gastan Audis, Mercedes y BMW. Personalmente, y pese a mi contencioso personal con ciertos ciclistas urbanos que siembran el pánico por aceras y zonas peatonales, me quedo con Peñarrubia y su bicicleta.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 8/5/2015

viernes, 8 de mayo de 2015

Cuéntalo


Al escribir sobre ciertas cosas parece necesario pedir perdón de antemano. Vivimos en la era del pensamiento único y dirigido, y todos sabemos que hay asuntos sagrados, temas intocables. El tabú en boga es el que blinda las políticas de igualdad de género y las campañas contra la violencia machista. Pues vaya por delante mi disculpa, porque a mí la nueva campaña del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad me da grima. Una adolescente le cuenta a su amiga que su novio la maltrata. Es celoso, la controla por el móvil, la humilla, la aísla de sus amistades. «Rompe con él, hay salida, si tu chico te da miedo, cuéntalo». «¡Pisotea a ese cerdo machista!», les falta decir. No es mi intención negar que tales cosas ocurren, incluso con demasiada frecuencia. Sin embargo, parece que el pensamiento dominante ha decidido que todos los muchachos son agresores en potencia y, por lo tanto, es necesario prevenir a sus víctimas, es decir, a las chicas. ¿Qué política de igualdad es esta que estigmatiza a los varones como los únicos capaces de infligir sufrimiento en una relación, los únicos culpables de ejercer el control, la manipulación y el miedo? En mi ingenuidad (cuántas veces repito esa frase en estos artículos) tiendo a pensar que los hombres y mujeres no parecemos cada día más, y que lo que nos une es mucho más que lo que nos distingue. ¿No es posible diseñar una campaña que ponga a chicos y chicas en pie de igualdad, sin pretender hacer de ellos los villanos de la película?  Dudo que haya un varón adulto en este país que no esté ya un poco traumatizado por el sentimiento la culpa. Si nuestros hijos han de estarlo también, dejémoslos al menos inventar sus propios pecados sin necesidad de heredar los nuestros.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 7/5/2015


domingo, 3 de mayo de 2015

La ventana


El jueves de la semana pasada, Día del Libro, andaba yo por el Altozano cuando se acercó una chica para pedirme una firma. La reconocí enseguida como una de mis antiguas condiscípulas del instituto, extremo que ella me confirmó al tiempo que me recordaba que se llamaba Chelo (mi memoria retiene cada vez menos cosas, y aun estas las más inservibles). Pero lo que me puso delante no fue una de mis novelas, sino unas fotocopias cosidas con una grapa, de aspecto algo ajado y tono amarillento. Apenas pude dar crédito a mis ojos cuando reconocí aquel texto como el relato con el que me dieron el premio literario del instituto el año que hacía COU. Nada había de memorable en aquel cuento. Es más, yo diría que el hecho de haya permanecido extraviado durante más de tres décadas ha sido una suerte. Pero no es de literatura de lo que estoy hablando. «En mi baúl también ha aparecido esto», anunció Chelo poniéndome delante una vieja fotografía. Un muchacho con una chaqueta roja sobre los hombros tocaba la guitarra en el parque para sus compañeros de clase. Tenía 30 años menos que yo, y seguramente pesaba 30 kilos menos. Parecía un figurante de la serie Cuéntame cómo pasó. Pero sin duda yo fui ese chico. Lo que no puedo asegurar es que aún lo sea. Puede que la esencia de aquel muchacho se quedara enganchada en algún obstáculo del camino, junto con tantas cosas perdidas y nunca recuperadas. Pero no quiero abandonarme a mi vena filosófica (como mucho, a la de la nostalgia, que es pecado menor donde los haya). Lo cierto es que Consuelo Rodríguez, mi antigua compañera, abrió para mí una ventana por la que se coló todo aquel aire fragante de nuestros días de juventud. Muy ingrato sería si no le diera las gracias por ello.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 1/5/2015