La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 27 de marzo de 2015

Huelga de estudiantes


El martes pasado hubo una huelga en la universidad a la que se apuntaron algunos chicos de los institutos. No está muy claro si el derecho constitucional a la huelga se extiende también a los estudiantes no universitarios. Consulto la hemeroteca y compruebo que Marcial Marín, consejero de educación de Cospedal, se lo negó hace unos años al pedir a los directores de los centros escolares de la región «que no engañasen a los estudiantes asegurándoles que tienen derecho a la huelga». Luego explicó que para ejercer tal derecho hay que tener una vinculación laboral con una empresa o una administración. Por eso resulta curioso que en unas instrucciones que la inspección educativa ha mandado a los institutos (al menos al mío) se afirme lo contrario. ¿Es Marcial Marín quien no conoce la ley o son sus subordinados? ¿O es que acaso al consejero lo están tomando por el pito del sereno? Pero la cosa no concluye ahí, porque en las instrucciones referidas se explicaba también cómo debíamos proceder los profesores en caso de que hubiera un examen programado para el día de la huelga. Se nos da a elegir entre aplazar el examen para todos los alumnos (los que han hecho huelga y los que no), aplazarlo solamente para los huelguistas, dejar que cada niño haga lo que quiera, etcétera. No queda muy claro a qué se refiere el misterioso «etcétera», pero los profes sospechamos que tal vez tengamos que ir a casa del alumno para llevarle el examen a la cama, junto con un desayuno de tostadas y zumo de naranja. Y esto es lo que nuestra administración educativa entiende por educar en derechos y en responsabilidades. Puede que sea porque estamos en año electoral. Lo que parecen olvidar es que los profesores también votamos.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 27/2/2015

sábado, 21 de marzo de 2015

Los de detrás


Solamente he asistido a un mitin electoral en toda mi vida. Corría el año 1977 y el protagonista era Felipe González. Desde entonces me he limitado a ver por televisión esos trocitos que empalman en los resúmenes informativos de las campañas electorales. Confieso que siento vergüenza ajena cuando veo al político de turno vociferar todo exaltado mientras el clamor de las multitudes crece a su alrededor. Siempre pienso que cualquier sujeto capaz de perder la compostura de ese modo debería estar inhabilitado para ejercer un cargo público. Aunque supongo que todo es una cuestión de teatro y de liturgia, y que en última instancia los mítines no se organizan para convencer a nadie de nada, sino para que los candidatos se den un baño de multitudes y se vengan arriba. En cuanto a los fervorosos asistentes, siempre me han llamado la atención los que se sientan detrás del orador, que suelen ser chicas y chicos de buen ver. Supongo que se realizará algún tipo de casting entre las nuevas generaciones de los partidos para ponerlos ahí de adorno, y se les indicará el momento exacto en que deben ovacionar, reírse y agitar banderitas. También es llamativo su gesto concentrado y alerta en los momentos de más enjundia, exactamente el mismo gesto que vemos en los asistentes a las sesiones y plenos cuando el orador de su partido toma la palabra. Y uno no puede evitar sentir cierto malestar al verlos tan conformes y obedientes. Claro que llevan muchos años ensayando, lo que no significa que a veces no pierdan los papeles, como aquella infame Andrea Fabra que exclamó «¡que se jodan!» en un pleno del Congreso, y aún no se sabe si se refería a los parados, a la oposición o a todos los idiotas que, obedientemente, vamos a votarlos cada cuatro años.


Publicado en La Tribuna de Albacete el 20/3/2015

sábado, 14 de marzo de 2015

Crédito


Corre por ahí un vídeo en el que un tipo increpa a Juan Carlos Monedero a bordo de un avión: «¿Qué haces volando de Ginebra a Madrid? ¿A lo mejor vienes de llevar a Suiza dinero que no deberías tener?» Monedero sigue adelante en busca de su asiento y ahí acaba el incidente. Qué pena. Si en lugar de eso le hubiera encajado un guantazo al muy imbécil, hasta me habría planteado la posibilidad de votar a Podemos. Eso es lo que consigue la derecha al situar a esta gente en el punto de mira de sus ataques más rastreros, que hasta nos caigan simpáticos. A Pablo Iglesias lo tildan de simpatizante de ETA, a Errejón de tramposo, a Monedero de delincuente fiscal. Pero las encuestas no varían de forma significativa. Montoro suelta a sus perros y Podemos sigue en ascenso. No hace falta un analista político para comprender qué está ocurriendo aquí. El desprestigio no depende tanto del ataque en sí como de quien lo lanza. Hay insultos que, según quién los pronuncie, dignifican más que ofenden. En fin, el viejo aforismo aquel de que «no insulta quien quiere, sino quien puede». A estas alturas la derecha ha agotado su crédito para censurar a otros. Y tampoco el PSOE anda sobrado de capital moral. Y en ese descrédito de los partidos tradicionales es donde Podemos obtiene su fortaleza. Por no hablar de ese otro partido emergente que es Ciudadanos, en cuyo líder, Albert Rivera, creo percibir un cierto tufillo rancio, por mucha juventud y after shave y verbo florido que se gaste el muchacho. Pero mejor lo retiro, porque nadie está muy sobrado de crédito moral en los tiempos que corren, y a lo mejor al tomarla con él lo único que consigo es regalarle votantes. 

Publicado en La Tribuna de Albacete el 13/3/0215

viernes, 6 de marzo de 2015

Cuernos


Ojalá pudiera obviar el Congreso de Tauromaquia que se perpetró en nuestra ciudad el fin de semana pasado, asunto que me parece desagradable en extremo. Pero me indigna que nuestro gobierno regional se erija en defensor de un espectáculo cuya moralidad muchos habitantes de esta región ponemos en tela de juicio. Las coartadas son las de siempre. Se dice que las corridas de toros son una manifestación cultural, aunque uno tiende a pensar que el término «cultura» se emplea aquí más bien en su sentido antropológico, lo que convertiría también en manifestaciones culturales las luchas de gladiadores y los autos de fe del Siglo de Oro, espectáculos ambos muy populares en su momento. Se insiste en que la tauromaquia ha inspirado a artistas de renombre, lo cual es muy cierto, del mismo modo que los desastres de la guerra inspiraron a Goya y los campos de concentración nazis a Primo Levi, y ni los unos ni los otros adquieren legitimidad por ello. En fin, para qué seguir repitiendo tópicos y sandeces. Lo que cuenta es que somos muchos (pienso que la mayoría) los que opinamos que la «fiesta» no es más que un símbolo de la España más borde y castiza. Y que resulta difícil sentirse representado por esta presidenta de teja y mantilla que nos ha dejado en ridículo al ensalzar este espectáculo que nada tiene de artístico, porque el arte es sensibilidad y amor por lo bello, y no existe belleza en la crueldad, la tortura y la muerte. Y para más escarnio lo ha hecho con dinero del contribuyente. Puestos a elegir entre capitalidades indeseables, casi me quedo con la patochada aquella de Albacete como capital internacional del circo. Al menos en el circo no matan a los payasos al final de la función.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 6/3/2015