La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 15 de noviembre de 2009

"¿QUIÉN NECESITA A CLEOPATRA?" UNA NOVELA DE STEVE REDWOOD






Steve Redwood
Trad. Elena Clemente
Grupo AJEC, 2009
ISBN: 978-84-96013-76-6
256 páginas

¿Qué libro escribiría Tom Sharpe si le diera por emular a H. G. Wells? Sería probablemente una historia sobre viajes en el tiempo, pero también una novela delirante, barroca, iconoclasta, irreverente, escatológica y a ratos incluso un poco obscena. Y, sobre todo, desternillante hasta la última carcajada. Con
¿Quién necesita a Cleopatra? Steve Redwood se revela como digno epígono de dos largas y brillantes tradiciones de la narrativa británica, la sátira humorística y la ciencia-ficción, y nos ofrece exactamente esa hipotética novela que acabamos de describir. El libro se publicó en el Reino Unido en el 2006 y ahora llega a nuestras librerías merced al sello del Grupo Editorial AJEC y con una cuidada traducción de Elena Clemente.

«N», inventor de un artefacto capaz de viajar hacia atrás en el tiempo, recibe en su mansión de Bristol la visita de tres exuberantes mujeres del futuro, «las damas de negro». A pesar de su aspecto peligroso, las visitantes se presentan como historiadoras y afirman que están aprovechando unas vacaciones para reunir información sobre los viajes temporales de N y de su compañero Bertie, que en el futuro distante del que ellas proceden se ha convertido en una leyenda. La parte central de la novela es la narración que N realiza de sus aventuras en una sucesión de épocas y lugares más o menos históricos, intercaladas con las inquietantes reacciones de las «damas» ante dichos relatos. Los viajes, que fueron financiados por una empresa llamada Chronotech, buscaban respuestas a una serie de enigmas históricos y pretendían reunir material para una serie de televisión. ¿Cuál fue la auténtica identidad de la Mona Lisa? ¿Qué extrañas circunstancias rodearon el asesinato del monje Rasputín? ¿De dónde salió la mujer con la que Caín perpetuó la raza humana? ¿Quién era en realidad el ángel que visitó a Joseph Smith, fundador de la religión mormona? ¿Qué provocó la crucifixión de Jesús? ¿Qué ocurrió verdaderamente en Roswell? Son aventuras que siempre encierran más de una sorpresa y que suelen tener finales aciagos, sobre todo para el desventurado Bertie, quien a menudo regresa con diferentes grados de quebranto físico, desde la simple mutilación hasta el total aplastamiento. Menos mal que el padre de Bertie, millonario y presidente de Chronotech, puede costear los tratamientos de resucitación y reconstrucción celular que le permiten su atolondrado hijo emprender una nueva aventura. ¿Y qué hay de la Cleopatra del título, auténtico mito sexual del «inventor» N? Mejor descúbranlo ustedes mismos. No me perdonaría el estropearles ese placer.

La pregunta que asalta al posible lector es si un género tan codificado como la ciencia-ficción, tan sujeto a las exigencias de sus fans, es capaz de incorporar el componente humorístico con buenos resultados. Podríamos invocar los conocidos ejemplos de Terry Pratchett (
Mundodisco) o de Harry Harryson (Bill, héroe galáctico) para contestar afirmativamente. Pero me voy a remontar un poco más atrás, hasta nombres tan ilustres como Isaac Asimov y Fredric Brown, quienes no eludían en absoluto la comicidad en algunas de sus novelas y relatos más conocidos. Otra cuestión es si ¿Quién necesita a Cleopatra? se justifica como novela o no es más que una colección de situaciones cómicas, piezas de una broma monumental que el autor ha decidido encajarles a sus lectores. Aquí tengo que confesar algunos temores. Temo que Steve Redwood fuese capaz de venderle su alma al demonio por un buen chiste. Y bien pudiera ser que ya hubiera cerrado el trato, como venimos sospechando desde su anterior novela, El pescador de demonios (ed. El Tercer Nombre, 2008), cuyo protagonista no es otro que el mismísimo Lucifer embarcado en una desternillante versión alternativa de El paraíso perdido de John Milton. Con todo, cualquier duda se esfuma al cabo de los primeros minutos de lectura, cuando comprobamos que ¿Quién necesita a Cleopatra? es mucho más que un juguete cómico (aunque muy, muy cómico). Nos encontramos ante una historia bien construida que progresa con un ritmo trepidante y secuestra la atención del lector desde las primeras páginas, una historia habitada por un puñado de personajes absolutamente inolvidables: el taimado y oportunista N, con un sinfín de cosas que ocultar, el infeliz de Bertie, siempre al borde de la catástrofe y aquejado de un terrible problema de olor corporal, las misteriosas Shimmer, Shade y Shalom, sensuales y peligrosas como panteras prestas a saltar sobre su presa, Winnie, Mabel, María, el enigmático Moroni y su sorprendente participación en el incidente de Roswell, Leonardo, Rasputín y el mismísimo Jesús, que nos revelan aspectos insospechados de su personalidad, o la defensora galáctica Boudica Sunsinger, más tarde conocida como «La Abominátrix», que cobra pleno protagonismo en el fabuloso y desopilante desenlace. Éstos son los personajes principales de esta deliciosa farsa con envoltorio de novela de ciencia-ficción.

Volviendo al desenlace, echamos tal vez en falta que el autor se demore algo más en los capítulos finales del libro, donde (como en toda buena novela de viajes en el tiempo) se atan los cabos sueltos y se resuelven las paradojas. De hecho, los acontecimientos finales suponen un atractivo giro argumental que arroja luz sobre lo narrado anteriormente, pero a la vez introducen personajes y elementos nuevos de los que querríamos no tener que despedirnos de un modo tan abrupto. Este precipitado desenlace posee la virtud de cerrar la novela en un punto álgido, pero deja al lector con la miel en los labios. Nos queda la sospecha de si Redwood no estará urdiendo una continuación de las aventuras temporales de N y Bertie, y por ello ha decidido dejar a sus lectores con ganas de más. Tal vez la única criatura más maquiavélica que un novelista sea un novelista inglés.

En cualquier caso, la maestría de Steve Redwood como narrador es indiscutible, así como su talento para crear situaciones rebosantes de ingenio y comicidad. Pero no menos importante es que su experiencia en el oficio le haya enseñado la lección primordial de cualquier novelista, que no hay pecado mayor que el de aburrir a los lectores.
¿Quién necesita a Cleopatra? es entretenimiento en estado puro, pero también una pequeña obra maestra que no defraudará a los incondicionales de la ciencia-ficción, y que a buen seguro logrará que más de uno se incorpore a las filas de un género tan variado y fecundo como menospreciado en nuestro país.

¿Quién necesita a Pratchett cuando tenemos a Redwood?