La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

jueves, 30 de agosto de 2018

Hereditary


Entre los aficionados a lo fantástico, y más concretamente al cine de terror, existe una queja muy extendida: las películas de terror de ahora ya no dan miedo, lo que en general es verdad. Los amantes del terror acudimos al cine resignados a que la película que nos disponemos a ver va a ser una gran decepción. Sabemos que, en el mejor de los casos, podemos esperar algunos sustos más o menos predecibles, porque el auténtico miedo, aquel que sentíamos al ver El exorcista con quince años, parece haber desertado del género. La mayoría de las películas de terror de hoy en día dan asco, tanto en sentido figurado como en la literalidad del término. Los zombis “devoracerebros”, la sangre a borbotones y la casquería fina pueden revolvernos el estómago, pero el auténtico miedo es otra cosa. Hay un componente recalcitrante entre los aficionados al terror, una especie de “síndrome de Peter Pan” que nos hace mantener viva la esperanza de experimentar de nuevo, en nuestra madurez, las mismas sensaciones que vivíamos en la infancia y en la adolescencia. Nos negamos a admitir que esto es imposible. Las películas no han cambiado, pero nosotros sí, y mucho. Los vómitos de puré de guisantes de El exorcista ya ni siquiera nos dan asco, más bien nos hacen gracia. Lo que nos da miedo no es que Freddie Kruger venga por nosotros si nos quedamos dormidos. Lo que nos aterroriza es la enfermedad y la muerte, tanto la propia como la de las personas que amamos. Creo que en eso, en saber conjugar los miedo de la vida real con lo sobrenatural, radica la excelencia de Hereditary, una película de terror estrenada a principios del verano. No se la pierdan si de verdad quieren pasar miedo. Porque para sustos ya está el recibo de la luz.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 31/8/2017

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