La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

jueves, 30 de agosto de 2018

Indignación



El último bulo extendido por las redes sociales tiene su gracia. Se trata de la foto de un joven delgadito, con aspecto tímido y cara de empollón. Se nos cuenta que el muchacho es de Ciudad Real, que se llama Ángel Mejía (Jordi, para los amigos) y que está a punto de graduarse en Harvard. Por si fuera poco, se afirma que la brillante criatura es uno de los descubridores de la vacuna para el virus de la gripe A, «pero esto no sale en la tele porque no es farándula». Por último, la inevitable exhortación: «Comparte si esto también te indigna». Daría cualquier cosa por ver la cara que se les ha quedado a esos miles de ciudadanos indignados al conocer la realidad. El chico, en efecto, se llama Jordi y es de Ciudad Real. En cuanto a su trayectoria académica, nada de nada. Jordi es en realidad un actor porno conocido como el Niño Polla. No niego que sea una gloria nacional ni que esté haciendo un carrerón en las Américas, aunque en un campo bien distinto de la investigación médica. Sí, el asunto tiene su gracia, y a la vez preocupa. La indignación (como el entusiasmo, el amor o el odio) es un patrimonio limitado, pero la dilapidamos en mil tonterías como esta. El resultado es que, cuando llega el momento de indignarse por algo que de verdad lo merece, somos incapaces de reaccionar. La semana pasada se dictó la primera sentencia del caso Gürtel. El partido que nos gobierna y sus máximos dirigentes son sospechosos de una trama de corrupción a gran escala. Pero la gente prefiere enfadarse por el asunto del Niño Polla. Nos hemos convertido en un país anestesiado, un país frívolo donde la conciencia cívica y la responsabilidad ciudadana son valores en desuso. Esto sí que resulta indignante.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 1/6/2018

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