La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

jueves, 18 de abril de 2019

Fiesta y resaca


¿Quién no está harto de esa frasecita según la cual las elecciones son “la fiesta de la democracia”? Como todos los tópicos, este ha acabado por cansar a fuerza de repetirse. Igual que las propias elecciones, vaya. Además, las fiestas excesivamente largas terminan aburriendo. Poco más de un mes después de que Pedro Sánchez convocara las elecciones, muchos empezamos a sentir un hastío profundo, y eso que todavía estamos a varias semanas del comienzo de la campaña electoral (de la primera, porque luego vendrá otra). Tanta retórica pedestre, tanta estratagema burda y tanta mentira descarada comienzan a pasar factura. Lo único medianamente entretenido son las noticias sobre las maniobras de los partidos para “cerrar sus listas”: quiénes entran, quiénes permanecen y quiénes se quedan para vestir santos. Dudo que alguien se crea todavía aquello de que en democracia el pueblo elige a sus representantes. En realidad, detrás de la poética de las urnas, se oculta la grosera (y a menudo cruenta) realidad de la confección de las listas electorales. En esas cloacas de la democracia se viven durante estas fechas episodios de gran dramatismo, porque son muchos los que se enfrentan a la alternativa de seguir viviendo del cuento o de tener que buscarse un trabajo honrado, posibilidad sin duda aterradora para buena parte de la clase política profesional. No hay temporada mejor, por tanto, para disfrutar de la política, de la satisfacción que produce contemplar la cara de tonto que se les queda a algunos cuando comprenden que se les ha acabado el chollo. Luego, todos los partidos presumirán de unidad conforme se aproxime la “fiesta de la democracia”. Prietas las filas, los candidatos avanzarán hacia la conquista o la conservación de sus privilegios. A los ciudadanos de a pie, en cambio, solo nos quedará la larga y resignada resaca.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 22/3/2019

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