La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

jueves, 18 de abril de 2019

Ausencia


Acostumbrado a la interacción de las redes sociales, a las respuestas casi instantáneas, a los «me gusta» y los comentarios en cadena, esto de escribir una columna en la prensa te hace sentirte muy solo, como un náufrago que lanza su mensaje dentro de una botella y no vuele a saber nada de él. En la era de la comunicación constante e inmediata, escribir en un «periódico de papel» (esto, hasta hace poco, habría sonado repetitivo y estúpido) tiene un punto de onanismo, y no es raro desarrollar el síndrome del columnista-burbuja, por el que acabamos convencidos de que estamos escribiendo para nosotros mismos, de que en realidad no hay nadie al otro lado. Hubo cierto colaborador de prensa que llevó esto hasta sus últimas consecuencias. Puesto que no había nadie al otro lado, ¿para qué molestarse? Y empezó a repetir columnas que había publicado menos de un año antes, tal vez cambiándoles una coma o dos. Pero no estamos hablando de sinvergüenzas ni de pícaros, sino de la soledad del columnista. Aunque a veces las cosas no son como uno, en su visión pesimista y escéptica de la vida, las había pensado. La semana pasada, sin ir más lejos, no pude escribir esta columna. Enfermé de repente y di con mis huesos en el hospital, sin apenas fuerzas para tomar el móvil y mandar una nota de disculpa al director y los compañeros del diario. No sé quién aprovechó mi espacio, pero avisé con tan poco tiempo que no me extrañaría que fuera un señor que pasaba por la calle. La sorpresa fue que durante la mañana del viernes empecé a recibir mensajes preguntándome qué me había ocurrido. En algunos daban por hecho que había conseguido que me echaran por fin del plantel de columnistas. En otros, suponían (correctamente) que había caído enfermo. Es gratificante darse cuenta de que a uno lo echan de menos. Aunque sean dos o tres lectores.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 26/1/2019

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