La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

jueves, 18 de abril de 2019

Idiotas


Ya se las han apañado los biempensantes para crear un nuevo mártir de la libertad de expresión. Esta vez se trata de un poeta-tuitero segoviano llamado Camilo de Ory, y su ofensa consiste en haber hecho chistes a costa de Julen, el pobre niño que se cayó en un pozo. A este paso, dentro de poco la sagrada causa de la libertad de expresión y pensamiento contará con su propio santoral, a semejanza de lo que ocurrió en los primeros tiempos del cristianismo. Este tal Camilo, desde luego, se ha ganado un lugar destacado en el Elíseo de los “bocachanclas” donde el periodista Arcadi Espada ocupa el lugar de honor. La cosa tendría su gracia si no fuera por su reverso oscuro, pues lo cierto es que en este país se ha vuelto difícil abrir la boca sin que alguien se ofenda y te denuncie. Y en los casos más célebres, cuando el chiste o ataque verbal tiene como objeto las instituciones del Estado o las víctimas del terrorismo, la querella puede proceder directamente de la fiscalía, que acojona mucho más. Se debate sobre los límites del humor y de la libertad de expresión, y a mí me parece que tenemos un doble problema. En primer lugar, la dolorosa constatación de que vivimos en una especie de teocracia donde el hecho de apartarse del pensamiento recto y mayoritario te puede llevar a la cárcel o al ostracismo. Luego, la pereza que siente uno al verse obligado a defender a tanto botarate en aras de la libertad de expresión. Creo que, en lugar de tanta denuncia y tanto escándalo, sería preferible instaurar una especie de carné por puntos para poder usar las redes sociales. A la séptima patochada, te vas a tuitear al váter del bar de la esquina, idiota.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 5/4/2019

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