La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 30 de diciembre de 2018

Nochevieja


Desde esta atalaya de la vida (acabo de cumplir 55) contemplo con incredulidad y cierta ternura la preocupación de tantos por procurarse una macrofiesta para la Nochevieja. ¿Qué puede haber más irracional que gastar una cantidad absurda de dinero en despedir el año apretujado entre una legión de desconocidos, consumiendo alcohol sin moderación, dejándose volar los tímpanos con el horror musical de turno, y rematar la faena en una churrería hedionda de fritanga, peleándose con los borrachos más recalcitrantes de la ciudad y deseando estar muerto o, al menos, en coma? Todo esto suele venir aderezado por un buen número de incidentes que oscilan entre lo grotesco y lo humillante, rozando a veces lo delictivo, aunque esto sea quizás lo más llevadero, dadas las propiedades anestésicas del alcohol y su capacidad para impedirnos consolidar recuerdos a corto plazo. Sin embargo, esto último no siempre funciona, pues de otro modo yo no recordaría algunos episodios que protagonicé hasta no hace tanto tiempo, cuando aún no me había liberado de la pulsión del cotillón de Nochevieja. Hubo bailes estrambóticos, conatos de pelea y efusiones afectivas con personas que, en circunstancias normales, me habrían resultado indiferentes o despreciables. Pero el peor recuerdo es, sin duda, el de aquella fiesta tan cutre en la que todos éramos varones, mientras que en el piso de arriba se celebraba un cotillón de postín con DJ, matasuegras y abundancia de chicas glamurosas en el que intenté colarme varias veces. Esa noche alcancé un estatus de individuo patético que probablemente no me haya abandonado todavía. Por fortuna, no recuerdo mucho más, únicamente que entre unos amigos y yo arrojamos una motocicleta por la ventana. No sé a quién pertenecía, quizás a alguno de los maromos que nos expulsaron de la fiesta de arriba. Aunque, miren, ahora que lo pienso eso no estuvo tan mal. Bendita juventud.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 28/12/2018

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Eloy:

Saludos. Acaba de llegar a mis manos (he adquirido) uno de los 400 ejemplares de Las Luciérnagas y 20 cuentos más. Felicidades. Ya venía siguiendo algunos de los destellos que tu magnífico trabajo ofrece. Disfruto su lectura con placer que inevitablemente va tornándose admiración.

Un cordial abrazo desde Galicia y mi deseo de los éxitos a los que estoy seguro eres firme acreedor.