La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 20 de septiembre de 2015

Principios


Los principios comparten un territorio común con los finales. Lo he comprobado de nuevo esta mañana, al pasar ante la puerta de un colegio y observar a esos niños que todavía olían a ocio y aftersun, y que se dirigían hacia las aulas con una mezcla de euforia e incredulidad, contentos de encontrarse con los compañeros a los que perdieron de vista hace más de dos meses, pero acaso también convencidos de que en cualquier momento iban a despertarse en su habitación del apartamento de la playa para bajar a jugar en la arena. Los días como hoy poseen esa singularidad de pertenecer a un territorio de frontera, a medio camino entre la somnolencia estival y la ardua realidad del curso académico. También para mí empieza un nuevo curso dentro de pocos días. Hablan de la depresión posvacacional, pero lo que yo experimento es más bien cierto entusiasmo, la esperanza de que este curso las cosas pueden ser distintas. Imagino un curso en el que poder dedicarme plenamente a mi profesión de enseñar, aunque también rico en oportunidades para aprender. Incluso me atrevo a imaginar un curso ajeno a los conflictos, sin esos profesionales del sabotaje que hacen mi trabajo tan difícil a veces. Con todo, temo que estas esperanzas se vayan diluyendo durante los primeros días de clase, conforme la realidad vaya abriéndose camino con ese fragor de apisonadora que le es característico. La vida real casi siempre actúa como trituradora de las ilusiones. Aunque, quién sabe, tal vez en cualquier momento me despierte y descubra que todavía me hallo en pleno mes de agosto, con la única responsabilidad de bajar al patio para regar los geranios. Bien pensado, no estaría nada mal.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 11/9/2015

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