La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 10 de octubre de 2008

Blues por un club de jazz



Dice el tango que 20 años no es nada. En cronología tanguera, tampoco 30 años es gran cosa. Pero para un café es una eternidad. Que le pregunten si no a Germán Navarro y a Isabel Martín, su esposa, que eran poco más que veinteañeros cuando abrieron el Nido de Arte en la calle Nueva, y ahora van viendo cercana la jubilación. Jubilación forzosa, todo hay que decirlo. Porque el Nido es y ha sido siempre un local de música en directo, y ahora lo han amordazado. Cosas de la administración, que tiene un instinto increíblemente certero para jorobar al débil, y cuyo rodillo no se detiene ante nada, ni siquiera ante algo tan precioso y singular como el único club de jazz que existe en Castilla-La Mancha.

Reconozco que siento una especial debilidad por la pareja que forman Germán e Isabel. Los veo igual que su establecimiento: amplios, cálidos y generosos. Germán, además, tiene voz de locutor de radio y uno de los verbos más floridos que conozco. Pero no voy a centrar estas líneas en el aspecto afectivo. Ni siquiera en el de mis gustos personales, pues en modo alguno soy un gran aficionado al jazz. Lo mío ha sido siempre el blues y el rock and roll. Y ahora que lo pienso, resulta que mis primeros acordes de blues los tañí en el Nido, muy al principio de los 80, cuando el local era poco más que un antro agobiado de humo, con sillas de anea, mesas bajas historiadas de quemaduras de cigarrillos y docenas de jóvenes melenudos emulando a Jimi Hendrix. Luego maduramos y nos hicimos más sofisticados. Y también el Nido, que se transformó en café-concierto, con una elegante decoración a base de maderas oscuras, fotos enmarcadas y colgaduras carmesíes. Pero siguió haciéndole honor a su nombre, con la diferencia de que ahora el arte era de verdad. Fue por entonces cuando renació como club de jazz. Ha llegado a ser el quinto en importancia de España, y el segundo más antiguo de los que sobreviven, tras el mítico Jamboree Jazz Club de Barcelona.

Supongo que Germán e Isabel habrán perdido la cuenta de la cantidad de grupos y solistas de prestigio que han desfilado por su pequeño escenario. Sin embargo, dudo que ni uno solo de esos músicos haya podido olvidar la cálida atmósfera del Nido, su magnífica acústica y su aire de «sitio auténtico». Durante muchos años, el Nido de Arte ha materializado la proeza de mantener una programación musical estable en una ciudad pequeña como la nuestra, una programación que se ha centrado en el jazz pero que se ha abierto a otros muchos estilos. Ha sido escenario del Festival JazzAlbacete, el lugar donde se celebraban los «conciertos de pequeño formato» (es decir, los buenos) y la sede de la Asociación de Amigos del Jazz. Y también ha abierto sus puertas a la literatura, convirtiéndose en acogedor escenario de recitales poéticos y presentaciones literarias. Un currículum de calidad y servicio a la cultura muy difícil de igualar.

Pero el Nido es un local grande y va teniendo sus años. Carece del aislamiento acústico necesario para cumplir a rajatabla las ordenanzas referidas al ruido. Algún vecino ha presentado denuncias y el ayuntamiento le ha dicho a Germán que se vaya con la música a otra parte. Entre paréntesis, diré que me sorprende el rigor que el consistorio ha demostrado con este local histórico, cuando se muestra tan laxo (cuando no directamente ineficaz) con los fragores que generan los bares de copas o los focos de botellón. Pero es cierto que las leyes están para cumplirlas, y que el local necesita una inversión importante para dotarse del aislamiento acústico preceptivo. El resultado es que el Nido lleva meses en silencio.

Llegado a este punto, a uno se le ocurre que habrá alguna institución dispuesta a prestar la ayuda necesaria, en forma de crédito o subvención, para salvar la única sala de jazz en vivo de Castilla-La Mancha. Pues bien, la respuesta es un rotundo no. Hubo algunas buenas palabras de Pérez Castell previas a su retiro madrileño. Y desde entonces Germán e Isabel no han encontrado más que silencio, negativas y puertas cerradas. He sabido que el ayuntamiento de Barcelona ha recuperado casi 200 locales para la música en vivo. Madrid, Asturias y Castilla y León ofrecen ayudas para que las pequeñas salas de este tipo puedan seguir abiertas. Nosotros tenemos la Feria del Tercer Centenario, los encuentros de rondallas y las carreras populares. ¿Jazz? ¿A quién pijo le importa el jazz? Eso es cosa de una camarilla de elitistas, cuatro bichos raros. Y he aquí lo que por estos pagos se entiende por política cultural.

Sin embargo, quiero pensar que aún no es demasiado tarde, que cualquier día de estos alguien con capacidad de decidir y un mínimo de sensibilidad se dará cuenta de que el dinero público ha de estar al servicio del interés público. Y de que preservar el Nido de Arte como sala de conciertos es obrar en beneficio de todos los ciudadanos de Albacete, manteniendo una de nuestras señas de identidad, un activo cultural de primer orden y un motivo de orgullo para quienes hemos nacido y crecido en esta ciudad.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 10/10/2008

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