La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 15 de diciembre de 2019

"Spoilers"



Con el estreno de la octava y última temporada de “Juego de Tronos” vuelve a estar de moda el término “spoiler”. La cuestión es que no muchos fans de la serie pueden ver los nuevos episodios en el momento en que se estrenan (en la madrugada del domingo al lunes), por lo que su mayor terror es que alguien les destripe el episodio antes de poder disfrutarlo con sus propios ojos. Se han registrado comportamientos violentos cuando un fan es sometido a semejante ultraje. En el último episodio, por ejemplo, se luchaba una batalla decisiva de la que se sospechaba que parte de los personajes principales no iba a salir vivos. Pues bien, la muerte acechaba también a cualquier gracioso que le desvelara la nómina de bajas a un fanático de la serie antes de tiempo. Desde que se cerró el Coliseo de Roma, dudo que tanta gente haya disfrutado tanto con un espectáculo tan sangriento como el que “Juego de Tronos” nos brinda semana tras semana. Hemos visto a sus personajes morir decapitados, ensartados, aplastados, despachurrados, abrasados y envenenados. En la más pura tradición shakesperiana, hemos visto a padres obligados a comerse a sus propios hijos. Y lo novedoso del asunto es que estos finales tan desagradables no están reservados únicamente para los personajes secundarios, sino que pueden sobrevenirles también a los hasta entonces protagonistas. De hecho, buena parte del éxito de “Juego de Tronos” se basa en la catarsis colectiva de ver estirar la pata a esos atractivos y heroicos protagonistas. De repente, una historia que se parece a la vida: los mejores mueren, los más viles, sobreviven. Dicen que la serie es también una buena alegoría de la vida política. Yo no estoy tan seguro. En el ruedo público es mucho más difícil distinguir a los buenos de los malos. En este sentido, nuestra vida política se parece mucho más a “Breaking Bad”.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 3/5/2019

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