La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 20 de diciembre de 2019

Transgresión



Lo más parecido a ser un delincuente sin llegar a quebrantar la ley es ser fumador. El lunes pasado, precisamente, una asociación contra el cáncer colocó un stand informativo en la misma puerta del instituto donde trabajo. Y dio la casualidad de que, antes de que los alumnos salieran en tromba, quien asomó por la puerta fui yo, y en pleno ataque agudo de tabaquismo tras varias horas de clase privado de nicotina. Me apresuraba a encender un pitillo con manos temblorosas cuando de pronto me sentí traspasado por media docena de miradas de censura, las de las señoras a cargo de la campaña. Creo que su reacción no habría sido más expresiva si, en lugar de encender un cigarrillo, me hubiera abierto la gabardina para hacer exhibición pública de mis genitales. A todo esto, tengo que decirles que voy a volver a dejar de fumar muy pronto, por supuesto que sí. Voy a hacerlo por mi salud, por mi comodidad y por mi economía. Pero no puedo evitar que, en situaciones como la que he descrito, me aflore la vena subversiva. Y en esto creo que coincido con muchos ciudadanos medianamente cívicos, pero hasta las narices de tanta censura y tanto pensamiento recto. Ante la imposibilidad de abrir la boca para expresar cualquier opinión de las que hoy se consideran inaceptables (y la lista de temas prohibidos aumenta cada día) empiezo a plantearme la escritura de una serie de artículos en los que dar rienda suelta a todos los demonios que me rondan por la cabeza, que son numerosos. Naturalmente, nadie leería jamás esos artículos, pues publicarlos por cualquier medio supondría un suicidio social, amén de posibles consecuencias penales. Pero el mero hecho de escribirlos ya sería un alivio, como orinar en plena calle de madrugada cuando uno ya no aguanta más o fumarse un cigarrillo delante del stand de una asociación contra el cáncer.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 27/9/2019

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