La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 6 de mayo de 2016

Quiero ser monja


De los varios realities que hay en antena sigo con especial fervor el titulado Quiero ser monja, que se emite en Cuatro los domingos por la noche. Las protagonistas del show son cinco chicas que han sentido la llamada de la vida religiosa (o «consagrada», como ellas dicen) y prueban sus deleites y servidumbres integrándose en distintas congregaciones. Las piadosas jóvenes son muy distintas entre sí. Dos de ellas, las más modositas, tienen todo el aspecto de hijas de una familia del Opus. Otra, la más gamberra y díscola, tiene catorce o quince hermanos, por lo que no es difícil adivinar que procede de las vigorosas filas de los «Kikos», tan dados ellos a crecer y multiplicarse. La cuarta es una atractiva joven latina que se presentó en el primer convento acompañada de su novio y se dio un filete con él en la misma puerta. A la quinta no sé muy bien cómo calificarla, pero tiene pinta de haber extraviado algunos tornillos por el camino. Siento curiosidad acerca de la opinión de los obispos sobre este novedoso formato, aunque cabe suponer que haya contado con su aprobación, pues de otro modo dudo que las cámaras hubieran podido adentrarse en los herméticos claustros conventuales. Hasta puede que algún miembro de la jerarquía con talento para el márketing haya pensado que este es un buen modo de incentivar las vocaciones. Se me ocurre, sin embargo, que la emoción aumentaría si se ofreciera un premio a la que llegara hasta el final del proceso, premio que no podría ser otro que la salvación eterna garantizada mediante bula papal. Finalmente, confesaré que el programa me produce una oscura fascinación, aunque solo sea porque tiene toda la pinta de que en cualquier momento puede degenerar y convertirse en una película porno.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 6/5/2016

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