La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

lunes, 30 de mayo de 2016

Los bárbaros


Estos días de graduaciones siempre me ponen de un humor melancólico. Me alegro por los chavales, claro. A fin de cuentas, al aprobar segundo de bachillerato obtienen el salvoconducto hacia los estudios superiores, y de paso dejan atrás a sus profesores del instituto, esos tipos que hemos poblado sus pesadillas durante los últimos seis años. Creo que son motivos de sobra para la celebrarlo y regocijarse con ellos. Aunque resulta difícil contener alguna lagrimilla al pensar en los que se van para no volver. Suena cursi, pero me reafirmo en la idea, porque los alumnos que uno desearía ver partir con toda su alma son precisamente los que se quedan, los que volveremos a ver calentando los bancos el curso que viene. Las despedidas son tristes por definición, pero todavía es más triste pensar en ello con la perspectiva de los años (treinta ya) que uno lleva en la enseñanza. Los veo a ellos como un ejército inagotable cuyas filas se renuevan cada año con jóvenes  y vigorosos reclutas. A nosotros, sus profesores, nos veo atrincherados e inmóviles, tratando de contener sus embates como Leónidas y sus espartanos (aunque mucho menos cachas y peor armados). Y recuerdo cierto poema que Kavafis escribió precisamente en honor de los defensores de las Termópilas. Dudo que al escribirlo estuviera pensando en los profesores de secundaria, y mucho menos en los de aquí, pero me lo voy a apropiar, pues un poco de épica siempre le da color a la vida. El poema elogia a quienes resisten con valor, aun a sabiendas de que la final serán aplastados por los bárbaros. La diferencia es que los bárbaros que hoy nos dejan atrás seguramente ya no lo sean. Y puede que algún mérito tengamos sus profesores en ello.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 27/5/2016

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