La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 30 de enero de 2015

Realidad transformada


Las obras que se realizan en el centro son para mí mucho más que una molestia. Son una auténtica catástrofe existencial. No en vano esos benditos señores de Aguas de Albacete se han dedicado a destrozar todas y cada una de las aceras por las que yo caminaba a diario. Sin haber alcanzado esa edad en la que se disfruta mirando a los obreros que abren una zanja, reconozco no obstante que me he vuelto bastante esclavo de mis costumbres, y que cualquier cambio se me antoja un roto en el tejido mismo de la realidad. Y una parte esencial de mi realidad consistía precisamente en recorrer las calles Dionisio Guardiola y Teodoro Camino a ciertas horas del día, primero en un sentido y luego en el otro. Me entretenía observando los cambios que el tránsito de los estaciones imprimía en los árboles y en los escaparates. Pasaba revista a los viandantes con los que me cruzaba, a los que me sentía unido por lazos de complicidad que solo perciben aquellos cuyos caminos convergen a diario (el señor que lucía ese curioso bigote decimonónico de puntas enroscadas, la chica que me adelanta montada en bicicleta, tan cadenciosa en sus movimientos, tan tenaz en su vocación de ciclista urbana). Incluso he llegado a embarcarme en algún modesto estudio sociológico, como el de observar al indigente que usaba como dormitorio el cajero de cierta entidad bancaria, lo que tal vez fuera la única obra social de dicho banco en estos tiempos de hierro que nos afligen. Y ahora todo eso se ha borrado de mi existencia porque una empresa de distribución de agua la ha tomado con las aceras. Mis calles de todos los días han sido abolidas, descartadas, lo que me obliga a desviarme por calles hostiles para las que soy un perfecto extraño, calles donde ya no puedo ser el mismo que fui hasta hace poco. Qué asco de vida, oiga.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 30/1/2015

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