La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

lunes, 4 de marzo de 2013

Lo imposible



La madre de mi amiga, maestra jubilada ella, es una forofa de la Filmoteca. Se deshace en elogios sobre la calidad de su programación y la comodidad de conservar un cine de los de toda la vida en el centro de la ciudad, y encima barato. Reconozco que no he pisado mucho la Filmoteca, y cuando lo he hecho ha sido para cuestiones un tanto ajenas a la institución (llámense Abycine o el estreno del corto de algún amigo). No me acaba de convencer que la programación ofrezca tanto cine comercial, películas que apenas un par de meses antes se proyectaban en las salas de estreno y que, más allá de su reclamo popular, no tienen mucho interés para el aficionado. No entiendo por qué una institución cultural ofrece en su programación títulos como Prometheus o Skyfall, por citar dos ejemplos recientes. Da la impresión de que el criterio primordial a la hora de confeccionar la cartelera sea el de atraer público a toda costa (a costa de las salas comerciales y los videoclubs, se sobreentiende) y engordar de ese modo los resultados al final de cada ejercicio. Me imagino que esto hará las delicias de los responsables municipales, porque es bien sabido que para un político el éxito siempre es un asunto de números. Otra cuestión es lo acertado de dicha estrategia si de lo que se habla es de cultura de calidad, toda vez que gran parte del cine que se proyecta en la Filmoteca viene a ser a la cinefilia lo mismo que las gazpachadas populares a la gastronomía. Pero no conviene pasarnos de puristas, pues correríamos el riesgo de pecar de elitismo o de pedantería, que no sé qué es peor. En honor a la verdad, la programación de la Filmoteca ofrece también abundante cine de autor. Así, no es raro que entre Tadeo Jones y Torrente se cuelen títulos de Griffith y de David Cronenberg. También se observa un esfuerzo importante por rescatar clásicos y por ofrecer cintas de filmografías que casi siempre son ignoradas en los circuitos comerciales. En cuanto al argumento de que una programación de este tipo les roba público a las salas comerciales, cualquiera que haya comprado una entrada de cine en Albacete sabe quién es el que roba aquí. Lo cierto es que la cartelera de la Filmoteca atrae a numeroso público al cine, y eso es una buena noticia se mire como se mire. Es más, las largas colas que se forman en la puerta nos devuelven el recuerdo de esos añorados estrenos de nuestra infancia y primera adolescencia, cuando ciertas películas despertaban tal expectación que la gente no vacilaba en esperar durante horas a pie firme para comprar una entrada. Recuerdo, por ejemplo, el estreno de La guerra de las galaxias en Albacete, en el cine Gran Hotel. Cuando abrieron las puertas, en el vestíbulo del cine se formó tal avalancha que mi hermano estuvo apunto de resultar aplastado por la multitud, el pobre crío. Eran los tiempos de los cines con acomodadores de uniforme, escupideras en los rincones y moqueta sembrada de cáscaras de pipas, cuando se colocaban en la puerta fotogramas de la película que el público contemplaba a la entrada y a la salida. De todo aquello, quizás lo único que sobreviva sea el cine Capitol, resucitado por la Filmoteca Municipal para seguir encendiéndonos los ojos y la imaginación con el cine de toda la vida. Aunque para ello se haya recurrido a la vieja fórmula del cine de reestreno y con frecuencia adquirir una entrada se convierta en una empresa tan ardua como cuando estrenaron La guerra de las galaxias. Sirvan como ejemplo de ello las proyecciones de Lo imposible programadas para los pasados 22 y 23 de febrero. La madre de mi amiga nos había regalado entradas de abono, pero la cola era tan kilométrica que ni siquiera llegamos a acercarnos a la puerta del cine. «¿Cómo te las has arreglado para poder entrar tú?», le pregunté a la madre de mi amiga. Ella reconoció que algo tenía que ver con ello su condición de jubilada con abundante tiempo a su disposición. Luego me confió un secreto: «Aprovecho las colas de la Filmoteca para rezar». Pues eso, lo imposible.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/3/2013

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