La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 12 de noviembre de 2017

Médula


El pasado mes de mayo, el poeta y profesor valenciano Antonio Cabrera sufrió un accidente que le produjo una grave lesión medular. Siete meses después, todavía permanece ingresado en el hospital de parapléjicos de Toledo. Conforme el tiempo transcurre, las esperanzas de recuperar la sensibilidad y el movimiento disminuyen. Sus metas actuales son sencillas: perseverar en su terapia para no tener que depender de ayuda mecánica para respirar, aprender a utilizar un ordenador guiando un puntero con la nariz, tal vez recuperar el movimiento de algún dedo, lo que le permitiría manejar su silla de ruedas sin ayuda. Antonio y yo somos amigos desde hace muchos años. Él fue un poeta de vocación tardía, pero su talento ha dado frutos magníficos en su madurez. Aunque no es un escritor al alcance de todos, en los círculos más selectos se le admira y se le respeta como el magnífico artista que es. La noticia de su accidente cayó entre nosotros como una bomba. Soy incapaz de imaginar siquiera los momentos de desesperación por los que habrá pasado. Sin embargo, en una reciente entrevista para el diario El Mundo, afirma que le parece absurdo mirar hacia atrás. Lo ocurrido queda en el pasado y nada se puede hacer para cambiarlo. Antes era él quien iba hacia las personas y las cosas. Ahora son las personas quienes deben ir hacia él, y muchas cosas de las que antaño disfrutaba (el campo, las aves) quedan lejos de su alcance. Sin embargo, él ha elegido la vida. Incluso ha vuelto a componer poesía: Médula, circula / hacia la vida, deja pasar el tiempo / fluido de lo móvil. Tengo mucho que agradecerle a Antonio. Incontables horas jubilosas de conversación, de risas, de lecturas compartidas. Ahora, también el ejemplo de su entereza. Y el privilegio de poder seguir disfrutando del resplandor de su talento, del calor de su amistad.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 10/11/2017

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