La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 23 de enero de 2009

Sir Arthur y los espíritus

Acabo de terminar la excelente novela Arthur & George, del británico Julian Barnes (en Anagrama). En clave de biografía novelada, Barnes narra la vida de Sir Arthur Conan Doyle, creador del archifamoso detective Sherlock Holmes, y la de George Edalji, un joven abogado víctima de un error judicial. La trama revela cómo el escritor, una especie de caballero andante de la época eduardiana, tomó prestadas la pipa y la lupa de su personaje para exculpar a Edalji de los cargos que lo habían llevado injustamente a la cárcel. Entre otras facetas de su personalidad, el libro recoge también la fascinación de Conan Doyle por las ciencias ocultas, y en concreto por el espiritismo. Puede resultar paradójico que un hombre tan notable se interesara por semejantes cuestiones, pero la realidad es que en aquellos tiempos se tomaban muy en serio la posibilidad de establecer contacto con los difuntos y demás entidades espirituales. No en vano las doctrinas espiritistas atrajeron a algunas personalidades relevantes de la época, escritores, filósofos e incluso científicos, y fueron muchas las personas inteligentes que hallaron en ellas un modo de conjurar el horror vacui del materialismo, a la vez que una alternativa sugerente a las religiones convencionales. Igual que el teléfono permitía comunicarse a larga distancia, los médiums hacían posible la comunicación directa con el más allá, que dejaba de ser una idea abstracta para convertirse en un ámbito real y accesible. La fe que exigen las religiones ya no era necesaria, lo que satisfacía la mentalidad racionalista de aquellos gentlemen herederos de Locke, de Stuart Mill y de la revolución industrial.

Aunque el espiritismo ha conocido etapas de clandestinidad y persecución, hoy en día existen infinidad de asociaciones espiritistas, sobre todo en Europa y América Latina. Parece que la Federaçao Espírita do Brasil agrupa nada menos que a 2,3 millones de seguidores. También nuestro país cuenta con una de estas federaciones, cuya sede, por más señas, se encuentra en Almoradí, provincia de Alicante. Fisgo un rato en su página web y compruebo que el moderno espiritismo sigue aferrándose a su carácter de «fe razonada», basada en los hechos y la lógica más que en la ciega aceptación de una verdad revelada. Así pues, el movimiento mantiene ese barniz racionalista tan decimonónico que preconizaba su creador, el francés Allan Kardec, y que tanto contribuyó a popularizar el padre de Sherlock Holmes.

No me he dedicado a investigar sobre el asunto, pero doy por sentado que en nuestra ciudad debe de existir también algún grupo o asociación espiritista. Con todo, Albacete no es la Inglaterra de Conan Doyle, por lo que sospecho que los espiritistas locales se tienen muy callada su afición so pena de provocar el pitorreo de amigos y familiares. Ello no impide que esta tierra se me antoje un caldo de cultivo idóneo para los poltergeist y otros fenómenos paranormales. Conozco la existencia de al menos una Asociación Castellano-Manchega de Parapsicología, cuyo presidente, Fabían García, ha escrito dos libros sobre estas cuestiones del más allá, ambos publicados por una editorial autóctona. El primero versa sobre el affaire de la mano cortada, celebérrimo culebrón sobre el que se multiplican las teorías, incluyendo la intervención de los extraterrestres del planeta Ummo. El otro libro, presentado hace pocos meses en el Ateneo, es un manual que trata de poner la parapsicología al alcance de todos, un más que apreciable esfuerzo de divulgación.

Sin ánimo de darme pisto, puedo decir que en mi propia familia ha existido cierta afición por las ciencias ocultas, y en concreto por el espiritismo, si bien me abstendré de ser más explícito por miedo a herir susceptibilidades. Diré, no obstante, que de niño oí algunas historias que me hicieron pasar más de una noche en blanco. No sé si por suerte o por desgracia, ese talento para la mediumnidad no ha llegado hasta mi generación. Que yo recuerde, jamás he visto muertos andando por ahí. O si los he visto, no me he dado cuenta de que lo eran. Reconozco que de chaval participé en algunas sesiones de ouija, pero nunca se nos reveló entidad alguna, y al cabo de los años puedo confesar que era yo el que movía el vaso, y no con la mente, sino con el dedo. También recuerdo un intento de psicofonía que no arrojó el menor resultado, tal vez porque no fue ejecutado con las garantías científicas que el señor García recomienda en su manual. La cuestión es que, salvando mi breve paso por La Obra, puedo afirmar que sigo virgen en cuestiones espirituales. No es que me vea emulando a la pitonisa Lola en un programa de madrugada, pero a veces, sobre todo cuando veo el programa de Iker Jiménez, casi lamento no haber heredado la menor aptitud para lo paranormal. Está claro que la gente se pirra por esas cosas. Y teniendo en cuenta lo complicado que se está poniendo esto de la enseñanza, lo de ejercer como médium podría haberse convertido en una buena alternativa profesional.

¿Está usted ahí, Sir Arthur? Dígame, ¿está usted ahí? 

Aparecido en La Tribuna de Albacete el 23/1/2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sabe usted, don Eloy, una alta proporción de los espiritistas brasileños son esperantistas... o bien podría decirse que una alta proporción de los esperantistas son esperantistas brasileños. El difunto líder del movimiento, o uno de sus líderes, lo era, y dejó escritas sus cosas en la lengua de Zamenhof. No sé más detalles y no sé si utilizan la lengua internacional para sus comunicaciones de ultratumba. Supongo que sí.