La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 23 de agosto de 2013

El doble


En estos mismos momentos deambula por Benidorm un individuo que es clavado a mí. Lo sé de buena tinta. Incluso tengo pruebas. Mi amiga se fue a pasar unos días allí con su familia y se lo encontró en el comedor del hotel. Me dijo que el parecido era tan asombroso que durante unos instantes pensó que yo me había desplazado allí sin avisar para darle una sorpresa. Luego recapacitó y se dio cuenta de que nada hay más ajeno a mi naturaleza que ir a Benidorm, sea cual sea el motivo. No podía ser yo. Y, sin embargo, allí estaba, un tipo de mi estatura y mi corpulencia, con sus gafas de pasta y su barba y su aire de despiste, vestido exactamente del mismo modo que yo suelo hacerlo (es decir, como un Adán), y comiendo a dos carrillos. Era mi hermano gemelo.
Tras reponerse de la sorpresa, mi amiga empezó a acechar a mi doble. Les pidió a sus hijas que posaran para una foto justo delante de él para poder enviármela y que comprobara el fenómeno con mis propios ojos. Después logró robarle un par de imágenes más. Cuando abrí las fotografías en mi móvil, no podía salir de mi asombro. Pensé que era una broma hábilmente urdida. Luego me di cuenta de que no había trampa. Le mostré las fotos a mi hijo y me preguntó qué tenían de particular. «Pues que no soy yo», respondí. «¡Anda ya!»
El último día de su estancia, incapaz de contener más tiempo su curiosidad, la madre de mi amiga se acercó a mi doble y, tras presentarse, le reveló por qué durante unos días había sufrido el espionaje de una familia de Albacete. El hombre resultó ser muy majo y se lo tomó con buen humor. Luego posó junto a toda la familia para una última foto. ¿Pero es este el fin de la historia?
Hay una vieja leyenda según la cual todos tenemos una réplica exacta en alguna parte. Esta copia o clon se conoce con el término alemán de doppelgänger, y su fantasmagórica existencia ha sido tema de inspiración de muchos escritores de fantasía, desde Edgar Allan Poe a Cortázar. Saramago le dedicó una novela completa titulada El hombre duplicado. Pero una cosa son las novelas y otra la vida real, y no me resulta nada reconfortante comprobar que a veces lo fantástico se cuela en nuestro mundo por algún intersticio de la realidad. Y tampoco me tranquiliza saber que mi doppelgänger se llama Paco, es de Murcia y parece una persona completamente normal. Pero lo que más me perturba de todo es que se halle en Benidorm.
Mi amiga me pidió varias veces que la acompañara y me negué con vagas excusas. Pero lo cierto es que detesto Benidorm, esa especie de Hong Kong de la chancla y el chiringuito que para mí es la antítesis de un lugar de vacaciones. En fin, que ella se marchó sin mí, y resulta que lo primero que encontró al llegar fue a un tipo que era mi vivo retrato, mi calco, mi doppelgänger. Aquí hay sin duda gato encerrado.
Tal vez hayan leído ese prodigioso libro de Italo Calvino titulado Las ciudades invisibles. En sus páginas se describe una serie de ciudades imaginarias que Marco Polo visita por encargo del Kublai Khan. Moriana es una ciudad de dos dimensiones, Laudomia está habitada por muertos, Ottavia es una ciudad-telaraña suspendida sobre un precipicio entre dos montañas abruptas. Pues bien, ¿y si Benidorm no fuera sino una más de esas ciudades fantásticas, la ciudad donde todos tenemos un doble?

Hace unos días leí en las páginas de este diario que la mayoría de los albaceteños han elegido Benidorm como destino de sus vacaciones. La historia de mi doble le da una nueva perspectiva a esta noticia. Parece que aquel emporio del hormigón es mucho más que una ciudad. ¿Y si Benidorm fuera un prodigioso artefacto capaz de generar reflejos de cualquier ser humano? ¿Y si en realidad esos muchos miles de turistas que pasean por sus calles no fueran más que réplicas de albaceteños reales, de alemanes reales, de ingleses reales? Este descubrimiento le otorga a Benidorm un valor añadido que me da pie a una idea novedosa: ¿Por qué no proponerles un canje a los británicos? Benidorm a cambio de Gibraltar, otra de esas ciudades invisibles de la que tal vez hablemos en el futuro.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 24/8/2013

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