La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

martes, 16 de abril de 2013

Noches de vino y rosas



El viernes pasado vi por primera vez al señor que vende plantitas en la Plaza Mayor, un hecho en apariencia trivial que para mí, sin embargo, viene a representar la consagración de la primavera. Por desgracia, a la vez presencié otra cosa que me agradó mucho menos. Eran las ocho de la mañana y yo me dirigía hacia el instituto donde trabajo. El señor de las plantitas había colocado sus matas de pimientos y calabacines frente al colegio de Villacerrada, como viene haciendo año tras año desde hace más de cuatro lustros. Mientras tanto, en la otra acera se congregaba una turba de jóvenes claramente beodos. Insisto, eran las ocho de la mañana de un día laborable de abril. No estoy hablando de la Feria ni de la Nochevieja ni del fin de semana. Los jóvenes acababan de salir de un local nocturno de las inmediaciones, aunque el adjetivo nocturno quizás no sea del todo aplicable en este caso, puesto que era ya de día. A la hora en que muchos adultos y chavales pasábamos por allí camino del trabajo o de clase, aquella alegre pandilla se disponía a dar por concluida la juerga, no sin antes despedirse con gritos, cánticos y otras demostraciones de embriaguez. Unos metros más adelante, en la calle Carnicerías, un parroquiano vomitaba copiosamente sobre la acera ante el jolgorio de sus colegas. Y no es la primera vez que veo escenas parecidas. De hecho, se repiten con frecuencia año tras año, siempre ante el mismo local, que parece capaz de renacer de sus cenizas cual ave fénix. En una ocasión asistí a una violenta reyerta. Otra vez oí cómo un individuo le aseguraba a otro que lo iba a matar. Este es el espectáculo al que se enfrentan los ciudadanos de Albacete (chavales incluidos) cualquier viernes por la mañana en un lugar tan céntrico como la Plaza Mayor.
No estoy muy al tanto de las ordenanzas municipales en materia de establecimientos de hostelería, pero juraría que no está permitido que un local nocturno permanezca abierto hasta las ocho de la mañana, ya sea con la persiana subida o bajada. Pero sobre esto saben mucho más los vecinos de las calles Concepción, Tejares y Gaona (vamos, de «La Zona»). Recientemente he descubierto un blog llamado «Zona Desprotegida» (zonadesprotegidaalbacete. blogspot. com) cuyo contenido es digno de una película de terror. Les invito a visitarlo. Allí comprobarán con pruebas documentales y gráficas lo que todos sabemos: que ciertos locales se saltan a la torera todas las normas existentes con respecto al ruido, la ocupación de la acera, los horarios de apertura y cierre, las horas de carga y descarga y demás.
Hasta hace unos meses seguíamos hablando del botellón, un problema que amenazaba con convertirse en endémico hasta que llegó un equipo de gobierno dispuesto a coger el toro por los cuernos. Después de años de tonterías, ineficacia y paños calientes, el botellón se ha resuelto a base de aplicar sanciones administrativas. A los chicos que hacen botellón se les ponen multas y el botellón queda erradicado en cuestión de semanas, mire usted por dónde. Sin embargo, queda un problema no menos importante por resolver: el de los bares de copas y terrazas que ignoran la normativa de forma sistemática y generan molestias sin fin para los vecinos, quienes denuncian y denuncian sin que su pesadilla tenga visos de terminar. ¿Por qué no se les aplica a los dueños de estos locales la misma receta que a los chicos botelloneros? ¿Acaso porque unos son simples chavales y los otros empresarios con influencia? Dejo esas preguntas en el aire con la esperanza de que quienes deciden sobre estas cosas recojan el guante. Hasta ahora se han mostrado eficaces poniendo límites al desmadre nocturno. Pues que sigan en el empeño.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 15/4/2013

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