La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

sábado, 8 de agosto de 2009

Yo nunca estuve en Abbey Road


Hoy, 8 de agosto de 2009, se cumplen 40 años desde que los Beatles cruzaran el famoso paso de cebra ante la cámara del fotógrafo Ian MacMillan, dando lugar con ello a una de las leyendas más perdurables de la historia de la música popular. El otro día, precisamente, me entretuve mirando la web de un fan noruego de los Beatles (huelga decir que su título era Norwegian Wood). Lamento no entender el noruego, porque se trataba de un trabajo verdaderamente monumental. Me tuve que conformar con la sección en inglés. En ella encontré, por ejemplo, cumplida información sobre la sesión fotográfica de la que surgió la portada de Abbey Road, el último disco de la banda (el último en ser grabado, porque Let It Be se grabó antes pero se publicó después). Para muchos seguidores de los Beatles se trata de su mejor álbum, y yo me adhiero a esa opinión. Mientras escribo estas líneas refresco mi memoria con las 17 pistas de aquel álbum, que poseí por primera vez grabado en una cassette, luego en deslumbrante vinilo, y por último en este CD, sin duda mucho más prosaico, pero con el poder suficiente para retener toda la fuerza y el talento que se derrochó en la grabación de aquel disco. Me sorprende comprobar que todavía recuerdo las letras casi de memoria (de acuerdo, invento alguna cosilla que otra, pero eso lo hacemos todos). Aún soy capaz anticiparme a cada solo, cada acorde y cada redoble de batería. Me emociona la frescura con la que está sonando Come Together, ese misterio en forma de canción con la firma de John Lennon. Sobre este tema han pasado la friolera cuatro décadas y seguimos sin entender un carajo de lo que dice. Pero qué majestuosamente hace retumbar los altavoces de mi PC.

Lo de los Beatles siempre tuvo algo de comunión, de rito compartido. Recuerdo que una tarde los amigos nos reunimos en una casa despejada de padres. Teníamos abundante bebida y un monumental equipo hi-fi. Abbey Road y Sgt Pepper sonaron de principio a fin, y de principio a fin coreamos cada una de las canciones, un auténtico coro de borrachos. Jóvenes y felices borrachos. La felicidad en estado puro, tan sólo interrumpida por los segundos necesarios para darle la vuelta al disco. Ahora veo la web de este fan noruego a quien no conozco ni conoceré jamás, y me siento hermanado con él. En una sección relata cómo se gestó la portada del paso de cebra. Los Beatles no se ponían de acuerdo sobre qué mostrar en ella. Cada álbum había roto con la estética del anterior y había supuesto una pequeña revolución. Al parecer contemplaron la idea de darle a éste, que todos sabían que sería el último, el título de Everest (no por la montaña, sino por una marca de cigarrillos que fumaban), e irse Nepal para hacerse una foto al pie del famoso peñasco. Desde luego, la idea era delirante, principalmente porque por aquellos días los Beatles no habrían ido juntos ni a comprar tabaco. Al final, alguien propuso cortar por lo sano, bajar a la calle y hacerse algunas fotos cruzando el paso de cebra que había frente a los estudios de EMI, en St John's Wood, Londres. Lennon llamó a un fotógrafo amigo suyo y el resto es historia. Y éste es el tipo de tontería de la que están hechos los mitos.

Mi amigo noruego (déjenme considerarlo un amigo) cuenta que en su adolescencia viajó a Londres con Interrail, y que lo primero que hizo al llegar a la ciudad, sin preocuparse por comer o buscar alojamiento, fue tomar la línea de metro Jubilee, bajarse en la estación de St John's Wood, y acudir en peregrinación al famoso paso de cebra para emborracharse del espíritu beatle que, sin duda, inunda aquel lugar. Y de paso hacerse algunas fotos. Después ha estado allí otra media docena de veces. Cuenta que ha cruzado la calle andando, corriendo, caminando hacia atrás y a la pata coja, y que ahora se entrena para hacerlo andando sobre las manos. Y les aseguro que yo lo comprendo.

Lo que me frustra de todo esto es que también yo fui a Londres en mi adolescencia y juventud, varias veces. Pero nunca se me ocurrió acudir en peregrinación a Abbey Road. Recientemente he estado en Liverpool, sí. Me he tomado unas pintas en un sucedáneo de The Cavern que hay allí. Incluso me compré una camiseta con la leyenda Mersey Beat! (por cierto, me costó horrores encontrarla de de mi talla). Pero ahora me doy cuenta de que, al no cruzar en su momento el puñetero paso de cebra, me perdí algo esencial. Nada menos que la posibilidad de contarlo ahora. Aún podría ir, por supuesto, pero sospecho que ya es demasiado tarde. Me daría vergüenza perpetrar el numerito del cruce y la foto con todos esos turistas mirando. Igual que me da vergüenza reconocer, 29 años después del asesinato de Lennon, que yo siempre preferí a McCartney.

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