La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 2 de julio de 2017

Cincinato


Repaso los comentarios que se han vertido en las redes sociales sobre la dimisión de Javier Cuenca y me sorprende comprobar su tono laudatorio. No parece que nos hallemos ante un político al uso, sino ante una nueva versión del romano Cincinato. Javier Cuenca explica que no se encuentra bien de salud, y lo único que se me ocurre al respecto es el deseo de un pronto restablecimiento (prefiero no hacer cábalas sobre asuntos que ignoro). Lo que me sorprende es que alguien dimita de un cargo político y la gente aplauda la nobleza e integridad del gesto. Y hasta me da por pensar que la salud de nuestra democracia es todavía peor que la del exalcalde. No creo que Cuenca, en sus dos años de alcaldía, haya hecho nada memorable. Yo lo tenía catalogado más bien como un gestor poco eficaz, un ejemplo más de esa tradición de alcaldes más complacientes con los dictados de sus superiores que con las necesidades de sus conciudadanos. Ahora el alcalde dimite y muchos se deshacen en elogios y expresiones de gratitud. Francamente, no creo que sea para tanto. Y más teniendo en cuenta que se trata de un funcionario de carrera en comisión de servicios, lo que le permite regresar a su puesto anterior y aquí paz y después gloria. Mucho más mérito tendría si el dimitido fuera uno de esos paniaguados que hacen toda su carrera al amparo de su partido, sin más oficio ni beneficio que el carné de afiliado en el bolsillo, sin más mérito que la habilidad de quitarse de en medio a quienes se han cruzado en su camino. Debería resultaron normal, y hasta saludable, que un político dimitiera. Lo anormal es que dicha dimisión nos parezca el único gesto digno de encomio en quienes se dedican a cuidar de los asuntos públicos.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 30/6/2017

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