La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

lunes, 4 de junio de 2012

Sirenas



Todo el mundo sabe que la sirena es una criatura híbrida: hermosa muchacha de cintura para arriba y pez de cintura para abajo. Así nos la describió Andersen y nos la mostró Walt Disney. Pero no siempre ha sido de ese modo. Mucho más antiguas y prestigiosas son las versiones griegas del mito. El encuentro que Ulises tuvo con ellas constituye un famoso episodio de su regreso a Ítaca. Tras pasar una temporada retozando con la hechicera Circe, Ulises decide que ya va siendo hora de regresar junto a Penélope. «Escucha ahora tú lo que voy a decirte», le dice Circe antes de su partida. «Primero llegarás a las sirenas, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin saberlo y escucha la voz de las sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos; antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca.» El caso es que Ulises no quiere dejar pasar la oportunidad de escuchar los famosos «cantos de sirena» y le ordena a su tripulación que mantengan sus oídos taponados con cera. Él será el único capaz de oír a las sirenas, que para eso es el jefe, no sin antes tomar la precaución de hacerse atar al mástil de la nave, pues de otro modo acabaría enloqueciendo y lanzándose al mar, y sus huesos alimentarían el montón de restos humanos devorados por las criaturas, cuyo aspecto Homero no describe. Por fortuna, existen otras menciones del mito en la literatura clásica (es célebre la de Jasón y los argonautas), y no escasean tampoco las representaciones iconográficas, sobre todo en la decoración de piezas de cerámica. De este modo sabemos que las sirenas en versión clásica no poseían largas cabelleras, pechos turgentes y colas de pez. Eran también una mezcla de animal y mujer, pero en este caso el animal era un ave marina. Así pues, debemos imaginarlas como una especie cormorán con torso y cabezas femeninos. Y en absoluto dulces y bondadosas, toda vez que su afición principal era atraer a los marineros, hacer que sus naves naufragaran en los escollos y devorarlos sin más miramientos.
Tengo entendido que hoy se presenta en nuestra ciudad un libro sobre misterios, enigmas y otras cuestiones paranormales, todo ello en versión autóctona. En realidad, a mí casi todas las cosas que ocurren en Albacete me parecen paranormales, por lo que no creo que los autores del libro hayan andado escasos de material. Pero me da la impresión de que han olvidado mencionar la versión local del mito de las sirenas, tal vez porque nuestra lejanía del mar hace que esta historia sea demasiado paranormal para los libros normales sobre historias paranormales. Pero yo he descubierto dónde están las sirenas de Albacete y aquí les brindo este enigma a esos audaces investigadores de lo oculto. Todas ellas se ubican en un tramo de escasos cincuenta metros de la calle Concepción, justo al cruzar la calle Gaona. No tienen aspecto de aves marinas ni poseen colas de pez, pero todos sabemos que los mitos se van actualizando a la posmodernidad. Lo que está claro es que tampoco son muchachas convencionales. En invierno van enfundadas en ceñidísimos atavíos que les marcan cosas que ninguna muchacha normal sería capaz de marcar. En verano las podemos admirar casi en cueros. Y, como buenas sirenas que son, emplean sus encantos y la dulzura de sus voces para arrastrarnos al interior de sus locales, donde, con un poco de suerte, tal vez acabemos devorados por ellas. 

Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/6/2012

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