viernes, 28 de noviembre de 2008
¿Qué hay en un nombre?
viernes, 21 de noviembre de 2008
Blogosfera

La ciudad de Sevilla acogió la semana pasada el Evento Blog España, un encuentro de particulares y empresas relacionadas con los blogs de internet. El universo de los blogs se halla en expansión, al igual que el universo de la red en su conjunto. Hasta mediados los noventa lo de una «red de redes» nos sonaba a ciencia-ficción, hoy nos movemos por ella con la facilidad con que bajamos a la panadería de la esquina. Como si de una gigantesca empresa de colonización se tratase, hemos convertido en nuestro vecindario lo que hasta hace bien poco era «terra incognita». Y las nuevas tierras precisan nuevos nombres, de ahí que la red sea terreno propicio para los neologismos. La palabra blog se forma a partir de web log, siendo log el término inglés que designaba esos diarios o cuadernos de bitácora en los que los capitanes de los barcos dejaban constancia de sus navegaciones.
«Bitácoras»… «navegantes»… Si se fijan, todo lo que se relaciona con la red parece teñido de aventura y romanticismo. Quizás hubo un tiempo en que esta envoltura romántica tuviera sentido. Ahora ya no estoy seguro de si responde a los hechos o bien se trata de simple palabrería. Nos las hemos arreglado para convertir algo novedoso y apasionante en el colmo de lo vulgar y lo hortera. Navegar hoy por la red no difiere mucho de pasear por los pasillos de un supermercado, o más bien un bazar del mal gusto. Aquí la sección de remedios para la disfunción eréctil. Allá el sex shop. A la derecha la sección de software pirata con virus incluido. Como muestra de la degradación que sufre la red, piensen en esos correos basura que recibimos a toneladas cada día. Casinos virtuales, sex cams, viagra, timos varios… Tal vez el retrato-robot del hombre del nuevo milenio: pornógrafo, voyeur, ludópata y pitopáusico. Y entre tanta inmundicia, la blogosfera (que así se denomina el universo de los blogs) resalta como uno de los pocos reductos de creatividad, sensibilidad e imaginación.
Abrir un blog es tan sencillo que pocos forofos de internet dejan de sucumbir a la tentación. Cualquier servicio de creación de blogs (llámese Blogger, Blogia o La Coctelera) nos ofrece una variedad casi infinita de bitácoras donde los «blogueros» del mundo dan rienda suelta a sus pasiones, desde el bricolaje a Schopenhauer, pasando por el heavy metal, el esperanto y el pensamiento Zen. En mi entorno cercano puedo señalar más de uno que merece la pena. Bien a cara descubierta, bien ocultos detrás de un nick o apodo, me cabe presumir de algunos amigos cuyos blogs rozan la excelencia. Daniel Quinn, un antiguo alumno, es el responsable de El Dormitorio de Maud, una interesante revista de cine y literatura que se encuentra a tan sólo un google de distancia. Antonio Segovia, colega y amigo, se vale de su De Siberia a Malvinas para dar rienda suelta a sus dos pasiones, que son la biología y la pedagogía. Manel Haro, joven periodista barcelonés, es el creador de El Blog de las Odiseas, que se nutre sobre todo de reseñas literarias y entrevistas a escritores. Desde La Luz del Agua, el poeta caudetano Ángel Aguilar nos ofrece una visión del mundo teñida de lirismo y espiritualidad. Carretera y Manta es un espacio virtual donde el pintor Juanjo Jiménez nos regala algunas magníficas fotografías de naturaleza y de paisajes. A través Apuntaciones Sueltas, mi amigo el traductor Alejandro Pareja ha llevado a cabo iniciativas tan singulares como la de buscarle un padre adoptivo a su vieja máquina de escribir Olivetti. Y como muestra de la variedad de este «género», sepan que mi compañero de instituto Juan Martínez-Tébar, profesor de matemáticas, deja constancia de su pasión por esta ardua disciplina en Los Matemáticos No Son Gente Seria.
Mención aparte merecen otros blogs de orientación más periodística. Siguiendo la estela de muchos prestigiosos columnistas de opinión (Arcadi Espada, Javier Rioyo o Javier Marías) algunos amigos que escriben semanalmente en la prensa decidieron insuflarles una segunda vida a sus artículos a través de un blog. Entre ellos, muy singularmente, los escritores Arturo Tendero y León Molina, cuyas bitácoras comparten título y contenidos con las columnas que ambos publican en la prensa de Albacete: El Mundanal Ruido y El Puente, a las que les remito con todo el entusiasmo que me consiente mi mustia naturaleza. Como era previsible, también esta Ley de Murphy tiene su contrapartida digital, con algún que otro lector, y con más de un detractor cuyas opiniones, por malévolas y erróneas, con frecuencia me abstengo de publicar.
En fin, ya ven que los blogueros somos multitud, tantos que apenas encontramos tiempo para leernos unos a otros. Dejo abierto el interrogante de si tantos blogs son necesarios o bien no hacen más que añadir ruido y caos al mundo de internet, que ya anda más que sobrado de ambos. Les invito, no obstante, a recorrer algunas de las bitácoras aquí reseñadas y a dejar en ellas sus opiniones y comentarios. Pasen y lean. Y, qué narices, si no encuentran lo que buscan, creen su propio blog.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 21/11/2008
viernes, 14 de noviembre de 2008
Diabetes infantil
sábado, 8 de noviembre de 2008
La callada por respuesta

Los españoles nos gustamos. Es un hecho. Nos tenemos por los más simpáticos, alegres y aptos para disfrutar de la vida. La auténtica alegría de la huerta. Los yanquis dicen que son la tierra de los libres. Nosotros nos disputamos con quien haga falta el título de ser la tierra de los majos y los risueños. España es diferente porque es mejor. Tras ser la nación de los complejos hemos devenido en el país de la autocomplacencia desatada. Y para comprobarlo basta con salir al extranjero y observar la actitud de nuestros compatriotas, que ahora recorren el mundo con el mismo gesto de superioridad que aquellos aristocráticos viajeros de antaño. «En mi casa, todo mucho mejor», parecen proclamar torciendo el gesto, como una maruja que, disimuladamente, pasa el dedo por los muebles de su vecina del quinto. No es raro que muchos guías turísticos extranjeros nos sitúen en la parte inferior de un ranking que casi siempre encabezan los japoneses como modelo de pueblo cortés, respetuoso y culto. Aun así nos ufanamos de ser los más guays de la Unión Europea. ¿Acaso se nos puede medir con esos guiris británicos o teutones que se emborrachan y hacen el vándalo en Benidorm? No obstante, sólo hay que darse una vuelta por el Reino Unido para comprobar el grado de grosería que puede alcanzar esa horda de zanguangos que cada verano facturamos hacia allá con la vana esperanza de que aprendan inglés. O apostarse en algún lugar de especial relevancia turística (los Museos Vaticanos, por ejemplo) y observar cómo nuestra clase media hace alarde de su ignorancia para los idiomas, su vocinglería y sus malos modos. En pocas décadas hemos pasado de vernos en blanco y negro a contemplarnos el ombligo en cinemascope y technicolor. Nos hemos convertido en una nación chauvinista, sí, hasta el extremo de que nos parece muy digno y divertido que nuestro rey pierda los papeles en una reunión de estados latinoamericanos. «¿Por qué no te callas?», farfulla el monarca poniéndose a la altura del matón al que pretende callar. Y le reímos la gracia. Porque los españoles somos así de majos, de naturales y de campechanos. Es nuestra idiosincrasia nacional. Y el rey la encarna a las mil maravillas.
Pues bien, voy a correr el riesgo de lanzar una piedra contra ese espejo en el que ahora nos miramos como nación, y que ya no es uno de esos espejos deformantes que Valle-Inclán situaba en el Callejón del Gato, sino el espejo mágico del cuento, que nos devuelve una imagen retocada y embellecida con el Photoshop. No me acaba de gustar cómo somos. Creo que seguimos padeciendo la que siempre fue nuestra peor lacra. Me refiero a la falta de cortesía, o bien a la mala educación, si prefieren llamar a las cosas por su nombre. Un vicio vasto y multiforme que sigue dando que hablar desde que Larra abrió brecha como «El Pobrecito Hablador». Valgan estas líneas como humilde contribución a tan excelsa tradición literaria. Y puesto que el tema de la grosería hispánica es demasiado amplio para abordarlo en su conjunto, trataré de glosar la que para mí constituye una de sus manifestaciones más execrables, la de dar la callada por respuesta.
Es éste un vicio que se hunde en el espectro social como un cuchillo bien afilado, ya que lo practican con asiduidad todas las capas de la población, desde el menestral al ministro, pasando por todos los rangos intermedios. Es un vicio, además, paradójico, si pensamos que el nuestro es el país del ruido, donde proliferan los energúmenos que gritan en los bares y que jamás dan cuartel a sus vecinos. Es el vicio de no dar la cara, de no contestar pese a lo que dicten la responsabilidad, el respeto y hasta el sentido común. El vicio de guardar silencio. Y me refiero a ese silencio desdeñoso y borde que goza de tanto predicamento, en tanto que socorrido subterfugio para quien desea sacudirse estorbos o marcar distancias. El silencio no siempre es oro. A veces es pura porquería. De hecho, es mucho peor que la más torpe de las respuestas, máxime en esta era de comunicaciones en tiempo real, que con frecuencia es el más irreal de todos los tiempos. Qué comodidad la del que da la callada por respuesta. Qué olímpica arrogancia la de quien se queda observando, con una ceja en alto y sonrisa de desprecio, esa carta, fax, e-mail o llamada telefónica que no tiene la menor intención de responder, aunque así esté relegando a otra persona a la inexistencia, quién sabe si hundiéndola en el desconcierto o en la angustia. Tal vez quienes dan la callada por respuesta piensen que de ese modo se invisten de autoridad. Quizás no sea más que la forma más cómoda y rápida de librarse de responsabilidades y compromisos molestos. En cualquier caso, el granuja que responde con silencio no merece otra cosa que silencio, o lo que es lo mismo, desprecio. Aunque no se puede descartar que ese silencio obedezca a una causa natural. Tal vez el problema sea no hay nadie al otro lado. Por lo menos nadie que merezca la pena.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 7/11/2008