La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

lunes, 1 de julio de 2013

Seis con cinco


Vaya revuelo ha armado el carismático ministro Wert con su seis con cinco. Es como si este gobierno hubiera decidido combatir el desánimo reinante a base de payasadas, y si la semana pasada era Montoro con las fincas de la infanta, esta semana le toca al titular de Educación hacer el chiste. A este paso no me extrañaría que el propio Rajoy acabara haciendo monólogos cómicos desde la tribuna parlamentaria (¿o acaso ya lo hace?). También ha sido muy divertido observar cómo en las redes sociales se publicaban las calificaciones escolares de Aznar y de otros personajes del PP. Me queda la duda de si son auténticas y, de ser así, ¿cómo demonios las han encontrado? A mí al menos me resultaría imposible localizar mis calificaciones escolares. A lo mejor mi madre sí que guarda algún boletín de aquel crío con mofletes y flequillo al que no había forma de hacerle entender las matemáticas, pero dudo mucho que vaya a hacerme la faena de divulgar tan bochornoso documento en las redes sociales. No creo que le inspire tanto rencor a mi progenitora. Más motivos tengo yo para sentir rencor cada vez que me acuerdo de que me tuvo vistiendo pantalón corto hasta los trece años. Pero se lo he perdonado. Entre padres e hijos se perdona todo. Excepto en el caso de Aznar, de quien sí ha trascendido una papeleta del PREU en la que no llega al 6,5 de Wert.
¿Pero de verdad es tan descabellado vincular la obtención de una beca al rendimiento académico? De un modo u otro, todos los alumnos que estudian en centros públicos están becados, porque el coste real de una plaza educativa es muy superior al coste de las tasas de matrícula, incluso de las más altas. Un caso extremo es el de universidades como la nuestra, en las que la diferencia entre lo que el alumno paga y el gasto real que genera puede ser abismal. Esto es lo que ocurre cuando se crea una infraestructura universitaria de la nada, atendiendo a ambiciones políticas más que a necesidades reales, y con el ánimo puesto en colocar a los amiguetes y clientes del gobernante de turno. Lo que se obtiene es una universidad en proceso de desertización, con ciertas facultades a las que se cada vez les cuesta más completar los cupos de matrícula y justificar su existencia.
La cuestión es que, con beca o sin ella, entre todos tenemos que pagar cada plaza educativa a precio de oro, y quizás no sea mucho pedir que los alumnos hagan algún esfuerzo para merecer tal inversión. Lo que no parece razonable es esa cuchilla del 6,5 que Wert se ha sacado de la manga. Para empezar, se debería tener en cuenta que no existe parangón entre el grado de dificultad de unos grados y de otros. No se le puede exigir la misma nota media a un estudiante de Ingeniería que a uno de Bellas Artes, y que nadie se enfade por la comparación. Por otro lado, las notas emanan directamente del sistema de exámenes, que cada vez se revela más ineficaz para reflejar el conocimiento real y el grado de esfuerzo de un alumno.
La prueba de ello la vemos en nuestros institutos año tras año. Los medios para copiar en los exámenes se han vuelto tan sofisticados que la situación tradicional se ha revertido. Ahora somos los profesores, y no los alumnos, quienes empezamos a manifestar síntomas de ansiedad con la cercanía de los exámenes. Hay chicos que nos engañan de tantas y tan ingeniosas formas que empezamos a sufrir de pesadillas y paranoias. Antes eran solamente las chuletas, relativamente fáciles de interceptar. Ahora existe toda una tecnología de última generación al servicio del gandul. El sistema más usado sigue siendo el del pinganillo conectado al móvil por un cable que se esconde en la manga. Pero hay alumnos que empiezan a usar auriculares inalámbricos que funcionan por bluetooth y son prácticamente imposibles de detectar. Y no me sorprendería que a medio plazo los pinganillos se implantaran quirúrgicamente dentro del conducto auditivo, como en una película de ciencia ficción.

En fin, a este paso las notas dejarán de tener sentido, y el ministro Wert tendrá que buscar otro procedimiento para separar el trigo de la paja. Salvo que lo que se esté buscando sean candidatos a espías del CSID, claro está.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 28/6/2013

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