La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 22 de diciembre de 2019

Matemáticas



En mis años escolares no se me daban bien las matemáticas. Sin embargo, procuraba disimularlo para que mis compañeros no me vieran como un zoquete. En tercero de BUP llegué hasta el extremo de elegir matemáticas como asignatura optativa, yo, un estudiante de letras al cien por cien. Pero la hombrada acarreó su propio castigo, como descubrí el primer día que don Francisco Pérez asomó por mi clase. Abandoné la disciplina en COU con un enorme suspiro de alivio. Y ahora, con los años, soy yo mismo quien me veo como un zoquete, porque he descubierto que mi ignorancia de los números irracionales y de las ecuaciones siempre será para mí una barrera infranqueable. Debí verlo venir cuando devoraba la serie “Cosmos” y se me caía la baba oyendo a Carl Sagan hablar de Galileo y de Newton, de cuásares y agujeros negros, de relatividad y espacios multidimensionales. Lo cierto es que, no importa cuán curioso sea uno, antes o después se topará con una pregunta cuya respuesta solo puede comprenderse en lenguaje matemático. Desde los secretos tejemanejes de nuestro ADN hasta la voracidad de un virus merendándose una bacteria, desde la minuciosa geometría de los cristales hasta la vasta coreografía de los planetas, desde los caprichos aparentes del viento hasta las andanzas vertiginosas de un rayo de luz, todo el universo está escrito en lenguaje matemático. Incluso la música, que se nos figura una creación exclusivamente humana, obedece los dictados de las matemáticas. Detrás del “Yesterday” de los Beatles, detrás de la Novena de Beethoven, las matemáticas determinan las leyes de la armonía, sin las cuales no existe música, tan solo ruido. En fin, que no me extrañaría que, cuando Dios dictó el Génesis, lo hiciera en código binario. Y que cuando se emplea la estadística para hacer sondeos electorales, lo que estemos oyendo sea la risa del diablo.    
Publicado en La Tribuna de Albacete el 18/10/2019

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