Esta semana se ha difundido la noticia de que la
revista Playboy va a dejar de publicar desnudos. Los responsables de la
publicación se quejan de que internet ha despojado a las «conejitas» de su
morbo, pues ahora todo el sexo del mundo está a un clic de ratón, y encima
gratis. Supongo que de este modo los editores tratan de convertir Playboy en
una revista orientada a un público más general, y no exclusivamente a lectores
varones que, entre artículo y artículo, gustan de solazarse con la
contemplación de las domingas de alguna modelo o starlette. Resulta divertido imaginar la reacción del fundador Hugh
Hefner, allá en su mansión californiana, cuando el ejecutivo de turno le contara
que estaban perdiendo dinero a espuertas, y que los estudios de mercado
aconsejaban podar la publicación de cualquier traza de chicas en pelotas. El
anciano Hefner, quien tal vez haya sido uno de los hombres más envidiados del
mundo, debió de tragarse su pipa del susto. A sus 90 años largos, tal vez la
noticia le sonó como si le anunciaran su inminente castración. En Playboy han
aireado sus encantos desde Marilyn Monroe a Jayne Mansfield, pasando por Bo
Derek, Kim Bassinger y buena parte del Olimpo hollywoodiense. Es cierto que sus
páginas han recogido también relatos de García Márquez, Norman Mailer y Jack
Kerouac, pero creo que los lectores se orientaban más hacia los encantos de las
primeras que hacia el talento de los segundos. Así lo pensábamos al menos en mi
antiguo colegio mayor, donde Playboy era una publicación muy apreciada. Con la
noticia de que las chicas del famoso poster central han sido erradicadas se
cierra una época. Como casi siempre ocurre, me imagino que todo lo que venga a
partir de ahora será peor.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 16/10/2015
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