Curioseando por internet recalo en la página www.naukas.com, una web de divulgación
tecnológica y científica con su punto de humor. Allí leo un excelente artículo
firmado por José Ramón Alonso cuyo título es «El ácido nítrico, la viagra y la charla más famosa de la historia».
La charla a la que se hace referencia la impartió el neurofisiólogo británico
James Bridley en el 78º Congreso de la Asociación de Urólogos Americanos, que
se celebró en Las Vegas en 1983. Versaba sobre «la terapia vasoactiva en la disfunción eréctil». No se sabe muy
bien si la intención del profesor Bridley era llamar la atención de sus colegas
a toda costa o si el hecho de que el congreso tuviera lugar en Las Vegas (capital
del desmadre por excelencia) tuvo algo que ver. Lo cierto es que en aquella
ocasión no se cumplió el famoso dicho de que «lo que pasa en Las Vegas se queda
en Las Vegas». El hombre se presentó a dar la charla en chándal, lo que ya resultaba
llamativo de por sí. Luego, mientras glosaba las propiedades de ciertas
sustancias como remedio para la impotencia, fue mostrando diapositivas de penes
en distintos grados de erección. Pero lo que acaparó de inmediato la atención
de sus colegas fue la revelación de que, en realidad, se trataba de imágenes
del su propio apéndice, ya que él mismo se había usado como conejillo de
indias. «Claro que estas fotos podrían haber sido tomadas en estado de
excitación erótica», reconoció Bridley. Y continuó: «Teniendo en cuenta que
nada hay menos erótico que el hecho de estar hablando ante ustedes, les ruego
se sirvan comprobar con sus propios ojos la eficacia del compuesto que me he
inyectado poco antes de venir aquí». Y procedió entonces a bajarse los
pantalones del chándal hasta los tobillos. «Observen, observen el grado de
tumescencia que he alcanzado», proclamó mientras descendía del escenario y paseaba
su miembro desnudo y rígido ante las narices de sus distinguidos colegas y de algunas
de sus esposas. Y así, entre gritos de horror y expresiones de pasmo, fue como
concluyó la célebre ponencia.
Trece años después sería la multinacional
farmacéutica Pfizer la que se llevaría el gato al agua al patentar el
sildenafilo, el primer remedio efectivo y práctico para la disfunción eréctil,
que se comercializaría con el nombre de Viagra. A diferencia del compuesto de
Bridley, la Viagra se administra por vía oral, lo que resulta mucho menos
engorroso que ponerse una inyección en el pene. De hecho, creo que muchos
varones optarían por la castidad antes que someterse a semejante trance. Pero
fueron los pioneros como James Bradley los que abrieron el camino que
conduciría al sexo «postpitopáusico», mejorando de ese modo la calidad de vida
de muchas parejas crepusculares y el ego de más de un donjuán venidos a menos.
Conviene recordar, no obstante, que a veces el
resultado apetecido es el contrario. Es decir, la investigación farmacológica
se ha ocupado también de buscar compuestos «anafrodisiacos», que son aquellos
que inhiben el apetito sexual del varón en lugar de estimularlo. La idea es
recurrir a métodos inocuos y reversibles, nada que ver con la cirugía barbera
que se usaba con aquellos célebres castrati
del Barroco. Ni siquiera con el dichoso bromuro que, según la creencia popular,
se administraba a mansalva en seminarios y cuarteles.
El hecho es que han trascendido ciertos documentos
clasificados en los que se hace referencia a un proyecto denominado «Urano» (el
dios griego que fue castrado por su propio hijo). El proyecto «Urano» parece
involucrar a altas instancias de los ministerios de Trabajo, Salud y de
Educación, con el objetivo final de lograr que disminuya el impulso sexual de
los jóvenes españoles, tanto entre los estudiantes como entre aquellos que
buscan su primer empleo. Las cifras de fracaso escolar y de desempleo juvenil
son aplastantes y reveladoras, y existen estudios que demuestran la incidencia
de los bajos instintos en todo ello. No en vano los jóvenes españoles parecen
dedicar mucho más tiempo y esfuerzo a satisfacer sus urgencias eróticas que al
estudio o a la búsqueda tenaz de empleo. Las chicas, por su parte, también
saldrían beneficiadas al librarse del acoso constante de tanto moscón
revoloteando a su alrededor. Como saludable efecto colateral, el apaciguamiento
de los machos jóvenes supondría un freno notable a los embarazos no deseados y
a las ETS (enfermedades de transmisión sexual). No existe constancia de que el
Opus Dei y la Conferencia Episcopal anden implicados en el asunto, aunque no se
descarta tal extremo.
E
se non è vero, è ben trovato, qué caramba.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 17/5/2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario