La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 20 de diciembre de 2019

La Ley




«Los tribunales no le solucionan la vida a la gente». Eso le oí decir a un abogado en un arranque inesperado de sinceridad. Tenía razón, aunque omitió la segunda parte de la sentencia, que vendría a ser: «No solamente no se la solucionan, sino que casi siempre se la complican». Y eso lo sabe cualquiera que se haya visto inmerso, para su desgracia, en un viacrucis judicial. En El proceso de Kafka se cuenta la historia de un campesino que espera durante toda su vida ante la puerta de la Ley. La puerta está abierta (¿acaso no es la Ley, en teoría, accesible para todos?) pero el guardia que la custodia nunca le permite franquearla, y no hay razones ni sobornos que puedan convencerlo. Al final del cuento, el campesino muere de viejo. El problema del campesino de Kafka es que nadie le dijo que para persuadir al guardián necesitaba a un abogado o, si lo sabía, no podía permitírselo. Hace siete años yo me vi impotente ante las puertas de la Ley, pero tuve la suerte de encontrar una buena abogada, una profesional capaz de interpretar los arcanos de la justicia y pronunciar los conjuros correctos para lograr que ocurrieran cosas. Aunque el proceso no haya llegado a ser kafkiano, en algunos momentos a mí me lo ha parecido. Sin embargo, hoy puedo decir que estoy tocando el final con la punta de los dedos. Por ello hoy me siento en la obligación de mostrarle mi gratitud a Soledad Gómez Cambres, experta en Derecho, quizás la más ardua e inextricable de todas las materias. Y me alegra poder decir que, además de mi abogada, puedo llamarla amiga. Un día, Sole, te prometí este artículo y aquí lo tienes. Es verdad que los tribunales no te solucionan la vida, pero consuela pensar que hay profesionales capaces de evitar que te la amarguen.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/7/2019

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