La
semana pasada una alumna de tercero de la ESO me hizo la pregunta más difícil a
la que me he enfrentado en toda mi carrera docente: «Profe, ¿cuál es para ti el
sentido de la vida?» No soy profesor de filosofía, sino de inglés. De hecho, mi
clase de aquel día consistía en enseñarles a hacer preguntas tales como Please,
can I have some toilet paper? No creo que el asunto del papel higiénico le hiciera
pensar a la muchacha en la ambivalencia del término «escatología» en nuestro
idioma, que igual hace referencia a las realidades últimas que a los
excrementos y la suciedad. Mientras me rascaba la cabeza para ganar tiempo, recordé
un artículo en el que mi amigo Antonio Cabrera afirmaba que la vida es una
novela con el peor de los finales posibles, porque el protagonista muere, pero pensé
que era una judería soltarle eso a una chiquilla de quince años. Por suerte, me
vino la inspiración cuando estaba a punto de largarme pretextando alguna urgencia
escatológica. «Tú y yo estamos aquí ahora, ¿verdad?», le dije a la muchacha. Y
cuando ella respondió afirmativamente, continué: «Pues piensa en todas las
personas que han tenido que nacer y morir para que hoy estés aquí y hayas podido
hacerme esa pregunta. ¿Piensas que todo esto es pura casualidad?». Me sentí
como un cura durante unos ejercicios espirituales, pero a ella debió de calarle
hondo, porque me miró con ojos relucientes mientras sus compañeros charlaban de
sus cosas. Y durante ese insólito momento de intimidad se me ocurrió que a
veces mi trabajo no está tan mal, después de todo. A continuación, con un suspiro,
les escribí en la pizarra la frase «¿Puede usted darme un billete de ida y
vuelta a Birmingham?», ciudad donde que nunca he estado y a la que no tengo la
menor intención de ir.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/10/2019
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