Tengo
la suerte de estar de vacaciones y habitando mi retiro rural. Sin los agobios
del día a día, se me brinda la ocasión de contemplar las cosas con cierta perspectiva.
Afirma el diccionario que la perspectiva es la «manera de representar uno o
varios objetos en una superficie plana, que da idea de la posición, volumen y
situación que ocupan en el espacio con respecto al ojo del observador».
Ahondando en la metáfora, los «objetos» que menciona la definición podrían ser todos
esos asuntos que nos han estado preocupando durante los últimos meses. La catarata
de acontecimientos políticos que hemos vivido no permite distinguir el volumen e
importancia reales de cada cuestión. Apenas logramos discernir la secuencia de
lo sucedido, porque todo se nos ha presentado en tropel, con lo que no logramos
captar la profundidad y tendemos a ver las cosas en un mismo plano, sin poder
distinguir tamaños ni distancias, sin ser capaces de formarnos una visión
general del conjunto. En estos días, en cambio, mientras escucho la radio o leo
la prensa, comienza a formarse una imagen coherente, con su línea del horizonte
y sus puntos de fuga. Y la imagen es desalentadora. Lo que contemplo es una
nación paralizada y una clase política mucho más preocupada por conquistar o
consolidar privilegios que por trabajar en los asuntos públicos. Veo un sistema
democrático degradado en el que los partidos políticos, que en cierto momento
tal vez fueran canteras de ideas y motores de cambio social, se han convertido
en organizaciones concebidas para amasar poder, vacías de ideología y de ideales,
conceptos que vienen a ser equivalentes. Y entonces esta imagen en perspectiva
comienza a difuminarse, desaparecen las líneas, la nitidez, y solo soy capaz de
distinguir manchas borrosas en distintos tonos de gris, apenas visibles sobre
un horizonte muy oscuro.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 19/7/2019
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