Volviendo
a Juego de Tronos, mi última obsesión
favorita, me gustaría hacer referencia a una anécdota que ha dado mucho que
hablar. En el episodio tercero, titulado La
larga noche, la reina Dany revolotea por ahí montada en su dragón y no
encuentra el camino de regreso. Entonces, uno de los defensores del castillo exclama:
“¡Sicansíos!” Nadie entendió que demonios quería decir aquello. Es decir, nadie
que viera el episodio en versión doblada, pues lo que Ser Davos había dicho en
realidad era “She can’t see us!”, que significa “¡Ella no puede vernos!” El
pitorreo ha sido monumental, y al final ha pagado el pato el pobre actor de
doblaje, que se limitó a leer lo que le venía en el guion. La pregunta es si de
verdad necesitamos doblar las películas y series extranjeras o si no sería
preferible subtitularlas. Se argumenta que al vernos obligados a leer
subtítulos nos perdemos la interpretación de los actores, como si sus voces
originales no formaran parte de su interpretación. En realidad, el doblaje en
España obedece más a una costumbre que a una necesidad. En los países del Este,
por ejemplo, la costumbre era que un locutor leyera los diálogos traducidos,
con su voz superpuesta a la de los actores, lo que venía a ser como tener a un
tipo sentado al lado contándole la película a su novia porque se había dormido.
Tampoco me sirve el argumento de la excelencia de los profesionales españoles
del doblaje. Creo más bien que este colectivo se ha sacado de la manga un
dialecto artificioso y repleto de anglicismos que en poco se parece al
castellano común. En resumen, soy firme partidario de las versiones originales
y de los subtítulos. Y no solo como espectador, sino también como profesor de
idiomas. Estoy convencido de que los subtítulos harían mucho más por la
adquisición de lenguas extranjeras que todos esos bilingüismos de chichinabo
tan en boga en la enseñanza hoy en día.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 10/5/2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario