Escribo
estas líneas en las primeras horas de la mañana del jueves, el día de la
huelga, por lo que todavía no sé si la convocatoria habrá calado hondo o si
todo quedará en mero testimonio. Ayer, en un telediario, una señora afirmaba
que los hombres podemos sumarnos a la huelga siempre y cuando no intentemos
acaparar protagonismo (le faltó apostillar «como siempre»). Puesto que soy
alérgico al protagonismo, he decidido ir a trabajar. Idioteces aparte, espero
que mis compañeras vivan el día como la jornada reivindicativa que es, pues
motivos no les faltan. Y si estuvieran necesitadas de incentivos, bastaría con
las declaraciones de la ministra Tejerina y de la presidenta Cifuentes, quienes
afirmaron que ellas habían decidido celebrar el Día Internacional de la Mujer
trabajando todavía con más ahínco, es decir, haciendo huelga «a la japonesa».
Hasta al propio Rajoy se le cayó la cara de vergüenza, y no tuvo más remedio
que desautorizarlas durante una comparecencia en el Senado. «No me reconozco en
esa afirmación que ha hecho algún miembro de mi partido», le aclaró Rajoy a un
periodista. Yo, en el fondo, las comprendo. Con un micrófono delante, a esta
gente le debe de resultar difícil contenerse y evitar que asome el hocico la
bestia parda. Tejerina y Cifuentes van a hacer huelga «a la japonesa» porque se
pasan por el arco del triunfo un derecho que los trabajadores conquistaron al
cabo de muchos años de lucha y sufrimiento, y seguramente la única herramienta
eficaz para conseguir que las cosas cambien. Las clases privilegiadas, cuando
quieren alardear de superioridad moral, hinchan el pecho y anuncian que van a
hacer huelga a la japonesa, sencillamente porque las huelgas a la japonesa no
existen. En Japón, cuando hacen huelga, la hacen igual que en todas partes, vaya.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 9/3/2018
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