El
presidente García-Page ha prometido que, en caso de ganar las elecciones de
mayo, renovará su juramento de bandera en la Academia de Infantería de Toledo,
anuncio que nos brinda un atisbo de la biografía presidencial. Es decir, si lo
que se propone es “renovar” el juramento, ello significa que hubo un primer
juramento, por lo que cabe suponer que García-Page hizo el servicio militar en
su juventud. Pero, ciñéndonos al hecho en sí, me temo que nos encontramos ante
el clásico brindis al sol de un político en campaña preelectoral, es decir,
ante una promesa de escaso significado y fácil cumplimiento, algo que acarrea
pocas obligaciones y que se hace con la vista puesta en su rendimiento en
términos de cosmética y propaganda. Si, llegado el 27 de mayo, viéramos a un
García-Page triunfante paseándose por la plaza de Zocodover vestido de
lagarterana, la cosa sería distinta. Pero la idea de la solemne ceremonia
oficial, la banda de música, los uniformes, y el pecho del presidente
castellanomanchego henchido de orgullo patrio mientras roza con sus labios la
enseña nacional… ¿qué quieren que les diga? No puedo evitar imaginarme la escena en blanco
y negro y con la música del NO-DO de fondo, y comentada por Matías Prats padre
con verbo florido y abundancia de epítetos. Si lo que García-Page pretende es
hacerle un guiño a su electorado, la cuestión no me cuadra, porque presumo que
la gran mayoría de votantes del PSOE son personas de talante progresista a
quienes un gesto tan casposo se la traerá al pairo. Si es una concesión hacia
los simpatizantes de la derecha, temo que no se hayan calibrado bien sus
consecuencias, porque en cuestión de ideologías lo que a unos complace puede
resultar ridículo u ofensivo para otros. Casi tan ofensivo como el hecho de que
la web institucional de la Junta de Comunidades se haya convertido en burdo
escaparate de propaganda para mayor gloria del presidente regional.
Compruébenlo.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 11/1/2019
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