He
empezado el año cambiando de gafas, lo que puede parecer algo trivial, pero
solo lo es en apariencia. Quienes disfrutan de una vista perfecta pueden
vanagloriarse de ver el mundo tal como es. Los que tenemos que usar lentes, en
cambio, debemos someternos a revisiones cuando empezamos a ver la realidad de
un modo borroso o distorsionado. Quiero pensar que con unas gafas nuevas mis
ojos me ofrecerán una imagen más cabal de lo que me rodea, porque la
alternativa se me figura escalofriante. La emergencia de un partido como VOX,
por ejemplo, tiene que ser un problema de que mi vista estuviera mal graduada,
porque no puedo concebir que tantos conciudadanos hayan respaldado con su voto
un proyecto político tan despreciable, tan ajeno a la convivencia y a la misma
decencia, tan nocivo para unas libertades y derechos cosechados a fuerza de
diálogo y de sacrificio. Goya decía que “el sueño de la razón produce
monstruos”, pero me cuesta trabajo aceptar que estemos viviendo un proceso
generalizado de anestesia del sentido común. Aunque a veces resulte difícil,
uno trata de ser bien pensado. Creo firmemente que la inmensa mayoría de mis
conciudadanos son personas sensatas y honradas que desean lo mejor para sus
familias y para la gran familia que todos formamos. VOX pretende eliminar las
autonomías, la sanidad universal y gratuita, los derechos del colectivo LGTB,
la libertad religiosa, las leyes que protegen a las mujeres de la violencia
machista… Pero los problemas de la democracia no se solucionan destruyendo
libertades y sancionando el uso de la fuerza como forma de respuesta legítima.
La democracia solo se regenera con más democracia, con más convivencia. Y
cuando uno comienza a dar de comer a las alimañas, corre el riesgo de morir
devorado por ellas. Mañana recojo mis gafas nuevas. Ojalá todos nos animáramos
a graduarnos la vista.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 5/1/2019
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