La
feria madrileña de arte contemporáneo viene a ser al arte de verdad lo que el
programa Sálvame de Luxe es al
periodismo. En esta edición, el reclamo ha sido una réplica de cuatro metros del
rey Felipe VI que dicen que incluso huele como el rey. Hasta ahí la cosa queda
en pura patochada. El escándalo surge del contrato que los artistas obligan a
firmar al comprador, según el cual el “ninot” real ha de ser quemado en un
plazo no superior a un año tras su venta. Ese es el motivo por el que ahora
estoy escribiendo sobre esa estatua, por el que la dichosa escultura (o lo que
sea) ha acaparado la atención de los medios con exclusión del resto de las
obras expuestas en la feria. A pesar de mis inclinaciones republicanas, el
asunto me parece de un mal gusto atroz. Y no es que sienta especial compasión
ni simpatía por la figura del rey, porque al fin y al cabo estas cosas van en
el sueldo. Cuando hablo de mal gusto me refiero a esa manera tan burda de hacer
pasar por arte lo que no lo es valiéndose del escándalo, de una supuesta
transgresión que, en el fondo, no es más que pura idiotez. Aunque la idea dista
de ser nueva. En 1961, el artista conceptual italiano Piero Manzoni expuso noventa
latas cilíndricas etiquetadas como “Mierda de artista. Contenido neto: 30 gr.”.
Independientemente de que el contenido se correspondiera con la etiqueta, la
pieza cumplía plenamente lo prometido en un sentido figurado. Sin embargo, una
de las latas ha llegado a venderse por 275.000 euros. El “ninot” real es un
ejemplo más de esa tradición en virtud de cual la “mierda de artista” eclipsa
al arte de verdad. Por cierto, yo no sé qué es el arte de verdad. Exactamente
lo mismo les ocurre a los galeristas de ARCO.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 1/3/2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario