Mucho se ha hablado esta semana (y la pasada, me temo) sobre esa
concursante de Operación Triunfo que protestó porque la letra de la canción que
le había tocado incluía la palabra “mariconez”. Se trataba de, “Quédate en
Madrid”, un éxito de Mecano de los 80, y la línea de la discordia rezaba
“siempre los cariñitos me han parecido una mariconez”. La concursante opinaba
que el término “mariconez” destilaba homofobia, y pidió que fuera sustituido
por otro más neutro, a lo que los responsables del programa accedieron en un
principio. “Siempre los cariñitos me han parecido una estupidez”, fue el cambio
propuesto. Y me sorprende que ningún académico de la RAE montara en cólera,
porque al verso le falta una sílaba (las palabras “una” y “estupidez” forman
sinalefa en castellano y, por tanto, ha de contarse una sílaba menos). Pero
quien montó en cólera fue José María Cano, autor original del tema: “Si se
cambia ‘mariconez’ por ‘estupidez’, la canción no se canta”, anunció henchido
de orgullo por su obra imperecedera. Y así quedó la cosa. A mí se me ocurre que
tal vez podría haberse usado la palabra “gilipollez”, que quizás no habría
ofendido a los gais, aunque sí a los gilipollas, que seguramente sean más
numerosos. También se me ocurre que todo este asunto tiene más importancia de
la que parece, pues representa un valioso ejemplo del estado de la industria
musical en nuestro país, donde hay infinidad de grupos y artistas valiosos que
se ven obligados a arrastrarse por las carreteras, de pueblo en pueblo, para
poner un plato de lentejas sobre la mesa, y quienes se llevan el gato al agua
son los intérpretes de karaoke cantando el repertorio más rancio y cutre de los
80. Lo que le faltaba a Mecano no era corrección política, sino un letrista medio
competente.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 20/10/2018
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