Cuando veo un turista caminando por Albacete siempre
pienso que se trata de alguien que se ha perdido. Por eso no deja de
sorprenderme el encontrarme con esos grupos que nos visitan los fines de semana,
sobre todo los domingos. Cierto es que probablemente se trate de turistas de
pocas pretensiones, pero son turistas al fin y al cabo. Sin el aliciente de las
compras, ¿qué podemos ofrecerles a esos visitantes salvo calles semivacías y
bares iguales a los de todas partes? ¿El museo de la Cuchillería? ¿El pasaje de
Lodares? ¡Por favor, seamos imaginativos! Yo mismo he dedicado algunas horas a
pensar en ello y tengo una respuesta de la que espero que nuestros responsables
municipales tomen buena nota. Se la brindo gratis porque soy así de generoso y patriota.
Propongo organizar un tour turístico en torno a tres
núcleos temáticos. El primero de ellos se desarrollaría durante la mañana y su
título sería «Experimente en sus propias carnes los horrores de la guerra». La
idea es volver la vista hacia el momento histórico más relevante de nuestra
ciudad, que no es otro que los años de la guerra civil. El espectáculo
arrancaría en el paseo de la Libertad. Como primer evento, propongo disponer a
los turistas junto a la verja de la Diputación y hacerles presenciar un desfile
de las Brigadas Internacionales, en cuya reconstrucción podrían participar
algunos de los numerosos especialistas que languidecen en la Universidad y en
el Instituto de Estudios Albacetenses, lo que de paso serviría para darle algún
sentido a esta institución. A fin de aumentar la emoción y el dramatismo, hacia
el final del desfile tendría lugar un simulacro de bombardeo aéreo, con efectos
de luz y sonido y metralla de mentira que justificaría los impactos que pueden
observarse en los barrotes de la verja. En ese momento, el guía instaría a los
turistas a que echaran a correr en dirección al Altozano, donde buscarían la
protección del refugio antiaéreo. Previamente se habrían retirado todos esos
pósters tan didácticos como aburridos que se instalaron al convertir en lugar
en Centro de Interpretación de la Paz. Una vez amontonados en bancos de madera
o sobre el suelo, los turistas vivirían el terror de aquel famoso bombardeo de
febrero del 37. Para ello se podría recurrir a ese sensurround que se estila ahora en los cines. Usando sonidos de
baja frecuencia y algo de traqueteo mecánico, se lograría que todo el recinto
del refugio se sacudiera tras el impacto de cada bomba. Sería también muy efectivo
que los turistas sintieran la tierra y los fragmentos del cielorraso cayendo
sobre sus cabezas. Incluso un pequeño derrumbamiento controlado podría hacer
las delicias de nuestros visitantes, aunque se debería advertir que los
aquejados de patologías de corazón se abstuvieran de participar.
Después de la comida llegaría la hora de la Cultura
con mayúscula y la oportunidad de mostrar el carácter refinado y cosmopolita de
nuestra ciudad. La idea es tan sencilla que no comprendo cómo a nadie se le ha
ocurrido antes, y consiste en llevar a los turistas a algún rinconcillo pintoresco
del parque y ofrecerles un recital de haikus a cargo de un grupo de los
numerosos poetas albaceteños que cultivan esa estrofa de origen japonés (no en
vano comienza a hablarse del eje Albacete-Kyoto). Nada mejor que una inmersión
en el pensamiento zen, con hojas que caen, ardillas que saltan y fuentes
cantarinas, para hacer la digestión de las contundentes viandas que dan justa
fama a nuestra gastronomía..
El tercer núcleo temático se desarrollaría por la
tarde y podría denominarse «Los misterios de Albacete» o quizás «Un viaje al
corazón de las tinieblas». Para oficiar de guía, propongo a uno de esos
parapsicólogos u ocultistas aficionados que también abundan por estos pagos. Él
se encargaría de guiar a los turistas hasta el punto de la calle Mayor donde
antaño se alzó el palacete de aquella marquesa que mutiló el cadáver de su
hija, y donde ocurrieron otros sucesos espantosos que quizás incluso involucraran
a los extraterrestres del planeta Ummo. Luego los turistas se podrían trasladar
a la plaza del periodista Antonio Andújar, donde tantos poltergeist y
apariciones (no sé si también marianas) se han registrado. Allí se les podría proyectar
el vídeo del programa que Iker Jiménez dedicó al lugar, e incluso invitarles a
participar en una sesión de espiritismo o a experimentar una psicofonía
(«neeeneeee, baaaaja al Cooonsum a compraaaaaar yoguuuuures»). Por último, si
los turistas todavía disponen de tiempo, se podría trasladar al grupo al semisótano
del instituto Bachiller Sabuco, donde se les mostraría el emplazamiento de la
habitación secreta. Unos sencillos efectos a base de humo, luces
estroboscópicas y sonidos de ultratumba redondearían el espectáculo.
Y no me queda sino recordarles a los responsables de
nuestro turismo que pueden servirse libremente de mis ideas a cambio de que me
mencionen en los créditos del folleto (aunque una calle y una placa en mi casa natalicia
tampoco estarían de más). Todo por Albacete. Albacete siempre. De nada.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/3/2013
1 comentario:
Interesante propuesta turística, aunque yo tenía entendido que en otras épocas el Alto de la Villa tenía como fin dar acogida a otro tipo de demandas, que no las de refugiarse de los bombardeos.
En cuanto al viaje al corazón de las tinieblas albaceteñas..."el horror...el horror"...
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