Fotografía de Consuelo López por cortesía de La Tribuna de Albacete |
Juan Valero, el inolvidable librero al que casi todo
el mundo conocía y apreciaba, murió hace cosa de un año y medio. Uno de los
grandes misterios de la vida es adónde van a parar los seres queridos que han
fallecido. La respuesta más obvia es que se quedan en el cementerio, pero
intuimos que dicha solución es demasiado simple para un enigma tan antiguo y
complejo. Simple amén de insatisfactoria. Tal vez con los amigos muertos ocurra
algo parecido a esas ondas gravitacionales recién descubiertas. Su pérdida
supone un acontecimiento de tal magnitud que el eco del suceso reverbera a
través del espacio y del tiempo, como el que producen dos estrellas al
colisionar. No importa que hayan pasado meses o años, nos basta con detenernos
un momento y cerrar los ojos. Hagan la prueba si lo conocieron (y sé que muchos
lo conocieron). Cierren los ojos e imaginen que entran en la librería Popular.
¿No lo ven? Sus ojos saltones que parecían chisporrotear y la generosidad de su
sonrisa. La alegría con la que recibía a los clientes, que éramos también
amigos (él nunca conoció la diferencia). El ratito de charla, siempre ajeno al apremio
y a la urgencia. La broma, la anécdota, el último chascarrillo. Y por fin esa novedad
que había llegado a la librería, el libro que él guardaba para nosotros porque
sabía que nos iba a encantar, y que ni siquiera se nos ocurría dejar de adquirir.
A ese Juan Valero, librero de pura cepa y persona clave en la cultura de
Albacete, lo homenajeamos esta tarde, a partir de las ocho, en el Café del Sur.
¿Acaso era de recibo dejar pasar más tiempo sin darle la despedida que merecía?
Tal vez les apetezca unirse a esta fiesta.
Publicado en La Tribuna de albacete el 19/2/2016
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