Hace
unos días, en la ciudad de Villena apareció un ataúd en plena calle. Los
vecinos de la parte alta se lo encontraron junto a unos contenedores de
residuos. Así tal cual, un ataúd un poco ajado pero perfectamente utilizable,
con su tapa y su cruz. He rastreado varias versiones de la noticia, que
enseguida hizo furor en los mentideros de internet. En unos sitios dice que
fueron los operarios de una carpintería cercana quienes lo dejaron allí para
que los servicios de reciclaje lo retiraran. Más veraz parece la versión según
la cual se trató de una simple broma. Lo que en ningún sitio se aclara es por
qué alguien había tenido guardado semejante trasto. Si el origen del féretro
hubiera sido el castillo de la localidad, esa preciosa fortaleza que todos
hemos visto desde la autovía, el asunto habría dado para una apasionante
historia de vampiros. Más interesante incluso me parece la posibilidad de que
el macabro objeto procediera de un domicilio particular, la vivienda de un alicantino
especialmente precavido que en su día se hizo con la caja a precio de saldo, y
desde entonces la había tenido guardada en la certeza de que podría darle
utilidad antes o después. Debía de tratarse, además, de una persona proclive al
ahorro que decidió librarse de pagar el entierro por el procedimiento de que lo
dejaran junto al contenedor de vidrio. Pero todo esto no son más que conjeturas,
pues no me ha quedado claro si el ataúd estaba vacío o si escondía un fiambre
en su interior. También tengo curiosidad por saber cuánto tiempo transcurrió
entre el hallazgo y el momento en que algún vecino se aventuró a levantar la
tapa, y quién fue el valiente que se encargó de hacerlo. Igual se lo jugaron a
los chinos.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 5/5/2017
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