Estos últimos y feroces coletazos del verano nos
enfrentan a alguna que otra alternativa indeseada. Podemos cerrar la ventana y
ahogarnos de calor o bien dejarla abierta y descubrir que el ruido no permite
conciliar el sueño. Y no parece haber escapatoria, salvo dejar encendido el
aire acondicionado, lo que se nos asegura que es insalubre y nocivo para el
medio ambiente. Resulta desalentador comprobar lo ruidosa que es nuestra ciudad
por la noche (y me refiero a toda la noche, incluyendo las horas de la
madrugada). Están las terrazas de verano, los noctámbulos que beben y viven en
la calle y los parranderos que deambulan entre gritos y cánticos. Esta es la
auténtica canción del verano, la que atruena durante toda la noche en el
corazón mismo de nuestra ciudad. ¿Pero qué me dicen del estruendo que provocan
los camiones de la basura y otros servicios de recogida de residuos? Bajo mi
ventana, en una calle céntrica, hay varios contenedores de reciclaje que
reciben las visitas periódicas de los correspondientes camiones, visitas que
nunca se producen antes de la una de la mañana (con frecuencia en torno a las
dos). Durante sus buenos diez minutos, el fragor es monstruoso: motores pesados,
mecanismos hidráulicos, cientos de botellas entrechocando… Noche tras noche uno
despierta como de una pesadilla, pero solo para encontrarse con la pesadilla
peor de que vivimos en una ciudad donde no se respeta el descanso de los
vecinos. Nuestra ayuntamiento, muy eficaz y didáctico él, ha montado una
campaña en la que les recuerda educadamente a los juerguistas que hay gente
durmiendo, pero parece olvidarse de la molestia intolerable que provocan los
propios servicios municipales. Menos mal que ahora viene la Feria, con sus diez
días de ruido y de furia, de suciedad y de incordios sin fin, y ya todo nos va
a dar lo mismo.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 5/9/2014
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