Ignoro el significado del murciélago en el escudo de
Albacete, pero se me ocurren varios motivos que nos representarían mejor que el
dichoso bicharraco. Y no hablo de la tópica navaja, sino de las sillas de la
cabalgata. Piensen en ello. ¿Hay algo más distintivo de la idiosincrasia de nuestra
ciudad que salir a la calle el día 6 de septiembre y encontrar una hilera
interminable de sillas alineadas en las aceras? Sillas de todos los tipos, jaeces
y raleas. De madera y de plástico. De jardín y de interior. Sobrias e
historiadas. Tapizadas e inmisericordes con las posaderas. Una auténtica
exposición callejera y popular de la historia del mueble en nuestra ciudad.
Pero hay algo más. Porque, a poco que uno se fije, comprobará que esas sillas
están dotadas de ingeniosos sistemas de seguridad. Para empezar, las
encontramos siempre atadas en grupos más o menos grandes, tantas como miembros tenga
la familia que vaya a servirse de ellas. Si uno es medianamente observador,
hasta es posible deducir la composición y extracción socioeconómica de cada
familia mediante la observación de esos grupos de sillas vacías. Aunque no
todas están vacías, porque es tradicional la figura de esa anciana que se
sienta durante horas para hacer guardia. Y este es la segunda medida de
seguridad a la que me refería: la abuela apostada en plena calle para velar por
la comodidad de su progenie durante la cabalgata. Y no se les ocurra tratar de
apartar una silla para poder cruzar la calle. Ni siquiera la rocen por
accidente. Porque la ferocidad de la anciana es propia de un animal mitológico.
Bien, ¿por qué no un escudo con una anciana solitaria sentada en medio de la
calle? ¿No nos representaría eso mucho mejor que todos esos murciélagos y
castillos que a nadie le dicen nada?
Publicado en La Tribuna de Albacete el 14/9/2014
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