Hace
unos años, la Junta de Comunidades nos instaló una red informática en el
instituto donde trabajo (donde ya había cuatro redes de este tipo, por cierto).
El caso es que he notado cierta reticencia a hacer uso de este recurso, y no
porque funcione mal, sino por el curioso peaje que te obligan a pagar para
poder acceder a internet a través del invento. Previamente, es necesario
realizar un engorroso login que te
conduce directamente al portal de la Junta. Entonces se activa una presentación
de imágenes cuyo protagonista es, invariablemente, el presidente regional.
García Page visita a los niños enfermos en un hospital, García Page descubre
una placa, García Page proclama los logros de su gobierno, García Page inaugura
un pantano… La incontinencia de este hombre al hacerse fotos en cada una de sus
apariciones públicas, por triviales que sean, empieza a parecerse a uno de esos
perfiles de las redes sociales en los que un fulano se exhibe lavándose los
dientes, comiéndose una paella y bailoteando en la verbena de su pueblo. Sin
embargo, más allá del chascarrillo, uno no puede contener cierta indignación al
comprobar cómo ciertos políticos emplean recursos públicos para alimentar su
vanidad, en una incesante campaña de imagen que rebaja a la ciudadanía al papel
de meros idiotas. ¿Cómo no acordarse de esos individuos que se compran un coche
enorme y lujoso, quizás con la intención secreta de suplir otras carencias (la
estatura, por ejemplo)? Parece que el jefe de prensa del presidente ha olvidado
que estas campañas de autobombo suelen provocar un efecto contrario al deseado,
es decir, que conforme aumenta la exposición a la imagen del infatigable
político, mayor es el rechazo del ciudadano hacia su persona. Esto no es Corea
del Norte. La mesura y la modestia siguen siendo virtudes apreciadas por estas
latitudes.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 29/6/2018
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