Esta
mañana he firmado una petición para protestar por la paralización del
proyectado museo de arte realista en Albacete. Confieso que lo he hecho sin
pensármelo dos veces, pues la instalación de un foco cultural de prestigio en
plena Calle Ancha (en el chalé de Fontecha, por más señas) me parece un buen
modo de atraer visitantes e insuflar aires culturales al centro de la ciudad,
tan sobrado de comercios y bares y tan deficitario en otras cosas. Luego, sin
embargo, me he sentido intranquilo, pues las cosas a veces no son lo que
parecen, máxime cuando hay politiqueos de por medio. Cierto periódico digital ha
dado la noticia de forma sesgada, de modo que he investigado un poco por mi
cuenta. De los seis artistas que suscribieron el acuerdo en 2014, los que
formarían el núcleo de la exposición permanente, uno de ellos (la pintora
Esperanza Parada) había fallecido ya en el momento de la firma. Pero ocurre que
tres de los cinco restantes (los hermanos Francisco y Julio López e Isabel
Quintanilla, compañera de este último) han muerto en fechas recientes. Así
pues, solo quedan con vida Antonio López y su esposa María Moreno. En resumen, a
pesar del poderoso reclamo del maestro de Tomelloso, lo que obtenemos es un
museo de matrimonios, parientes y amigos (¿no suena esto a que a alguien le han
metido un gol por la escuadra?), amén del alto número de fallecidos, con las
dificultades que ello supondría para renegociar el acuerdo con los distintos
herederos. Y eso sin entrar en cuestiones de índole económico y artístico, que
ya habrá fuentes mejor informadas que se encarguen de ello. Personalmente, siempre
he sido más partidario del surrealismo que del realismo, sobre todo al abordar asuntos
de política local. Por ello me limito a recordar que lo que parece una pipa a
veces no lo es en absoluto.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 13/7/2018
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