La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

jueves, 30 de agosto de 2018

Bruxismo



Padezco un trastorno conocido como bruxismo. A grandes rasgos, el bruxismo consiste en apretar y rechinar los dientes de forma involuntaria, lo que provoca un desgaste galopante de la dentadura que acarrea infinidad de problemas odondontológicos, amén de dolores mandibulares permanentes. Los dentistas suelen atribuirlo al estrés, aunque mis síntomas se desencadenan en cualquier época del año, con independencia de la carga de trabajo o el estado nervioso. Uno llega a sentirse como un perro incapaz de dejar de roer el hueso que le han arrojado. Sin embargo, en este caso el hueso es el propio, como si algún factor extraño hubiese desencadenado en mí un proceso de autocanibalismo. Más de una vez me he preguntado el porqué de este hábito tan destructivo. Quizás no haya que recurrir al consabido estrés. Al fin y al cabo, los seres humanos apretamos los dientes cuando sentimos ira o dolor, y no es difícil interpretar la existencia como una combinación de ambos. Ira, dolor y fantasmas, que también los veo y los oigo. Los médicos no los llaman fantasmas, sino miodesopsias y acúfenos. Pero el nombre científico es lo de menos. Las primeras son sombras de objetos inexistentes que flotan en mi campo visual como peces espectrales en una pecera. Los segundos, zumbidos de intensidad variable que también me acosan constantemente. Aunque no guardan relación, yo he llegado a vincular las miodesopsias con los acúfenos, y ambos con alguna culpa pasada. Sombras y voces empeñadas en atormentarme, como las furias que acosaban a los antiguos cuando cometían un sacrilegio. Un castigo por algún pecado imperdonable para el que no existe redención. Ante este panorama, no queda más consuelo que rechinar los dientes. O puede que comprarse un bozal.        


Publicado en La Tribuna de Albacete el 3/8/2018

No hay comentarios: