La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

lunes, 26 de junio de 2017

Audiencias


Para explicar la supervivencia de un programa de televisión se suele invocar aquello de «la tiranía de las audiencias», término muy adecuado, creo, porque si algo caracteriza las tiranías es que quienes las ejercen son muy pocos y quienes las sufren una vasta mayoría. En el caso de las audiencias televisivas, los tiranos son el contado número de televidentes que tienen un «audímetro» instalado en su sala de estar. Esto comporta el inconveniente de tener que informar al aparato de cuántos miembros de la familia, y de qué edades, están sentados delante de la tele en cada momento, lo que viene a ser como soportar la presencia constante de un pariente pesado o un vecino fisgón. Las ventajas que estos pocos privilegiados obtienen a cambio son, sin embargo, inmensas. Y no me refiero ya a los incentivos económicos o en especie que puedan recibir, sino a la posibilidad increíble de atormentar a un país entero a capricho, con la enorme sensación de poder que eso tiene que suponer. De hecho, yo creo que casi todos los miembros de esa élite de la audiencia deben presentar algún tipo de patología que les hace experimentar placer con el sufrimiento ajeno. O eso o son todos unos guasones impenitentes, porque solo así se explica que tengamos que soportar engendros como Hora Punta, ese pseudoprograma que perpetra, a la hora de máxima audiencia, el «periodista» Javier Cárdenas, un sujeto que obtuvo su fama burlándose de ciertos pobres desgraciados (recordemos a Carlos Jesús o al «Pozí»), y que ahora sigue haciendo exactamente lo mismo, con la diferencia de que los pobres desgraciados han pasado a ser los millones de televidentes que cada noche han de sufrir las mamarrachadas de este fulano, aunque sea solamente en forma de ráfaga de estupidez mientras practican el zapping.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 23/6/2017

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